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argumentación clásica, buscando la continuidad con épocas anteriores, al tiempo que éstas se ponen en relación directa con el proceder concreto de los conquistadores, extrayendo de las mismas las causas que llevaron a la independencia y que dan sentido a todo el proceso. No podemos olvi- dar que estos grupos de pensamiento eran una minoría dentro de la casta más privilegiada 86 . Salvador de Madariaga utilizó la expresión ya clásica de «resaca de la conquista» 87 , para explicar todo el proceso en su conjunto, entendiendo que fue una fuerte convulsión que inundó muchos pueblos y grandes Naciones americanas. La razón profunda la encontraba en la agitación que había producido el proceso de la conquista en los naturales y sus pue- blos. Es indudable que éstos se vieron obligados a aceptar la nueva situa- ción como algo impuesto y, por lo mismo, no aceptado y mucho menos asimilado en su conjunto 88 . No se trata ahora de valorar todo el proceso en su historia, sino constatar la presencia en el mismo de un pensamiento que será recuperado y evoluciona de manera novedosa, recurriendo tam- bién para ello a los pequeños pueblos que permanecieron hostiles a todo el proceso, que pretendían y luchaban por su propia independencia 89 . 40 Miguel Anxo Pena González 86 Así lo hace notar Prien: «Sólo una minoría dentro de la clase superior fue más que refor- mista, es decir: revolucionaria, influida por la filosofía revolucionaria de la Ilustración, por ejem- plo Francisco de Miranda, Simón Bolívar, Antonio Nariño (el rico jurista criollo de Santa Fe de Bogotá que en 1794 imprimió en su propia imprenta una traducción de los derechos humanos), Francisco Javier Espejo (el médico mestizo de Quito que empezó criticando los defectos de la economía quiteña y acabó criticando el propio sistema político colonial) o Manuel Belgrano y Mariano Moreno, en Río de la Plata». H. J. Prien, La historia del Cristianismo en América Latina, Salamanca 1985, 354. 87 S. de Madariaga, El auge y el ocaso del imperio español en América, Madrid 1979, 460. 88 Al tiempo que afirmamos esta cuestión, es necesario matizar que los naturales eran una minoría, sin mayor influencia, en el conjunto del marco americano. Sólo posteriormente serán utili- zados, fundamentalmente de manera ideológica por parte de los patricios americanos, que encuen- tran en ellos un argumento más a sus posiciones en la búsqueda de sus propios derechos. 89 Estos pueblos, con sus ofensivas, serán los que ahora justifiquen la secesión de España. Por lo mismo, parece que no se puede entender el momento de la Independencia sin relacionarlo estrechamente con el de la Conquista, de igual manera que no es posible entender la gesta misio- nera del siglo XVI, si no se pone en estrecha relación con la identificación con las primeras comu- nidades cristianas. Por otra parte, valorar el hecho en su conjunto nos obliga a referirnos no sólo al momento de la conquista y sus constantes enfrentamientos, sino cuando ésta se había afianzado de igual manera que las tempranas insurrecciones. Sirva como ejemplo lo acaecido en 1540, en Nueva Galicia, cuando estalló una tumultuosa insurrección indígena cuyo signo peculiar no fueron los abusos por parte de los conquistadores, sino el intento de retornar al primitivo paganismo. Hecho parecido es el que se da en Perú, cuando los sucesores incaicos forcejearon reiteradamente por la independencia. En 1572, el virrey Francisco de Toledo ahogará la revuelta de Tupac Amaru. Dos siglos después, en 1780, otro inca promueve una insurrección que era ya un preludio de la que estaba por venir. Cf. J. Siles Salinas, La independencia de Bolivia, Madrid 1992, 37-53.

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