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de la enseñanza de Suárez y Mariana, donde la soberanía residía en el pueblo, por la teoría del derecho divino de los reyes, apoyada en Bossuet, condenando como crimen de lesa majestad, divina y humana, el atentar contra el soberano. Se trataba así de recuperar esta visión, convirtiéndola en doctrina oficial, que ahora es sinónimo de segura. Y, por lo mismo, en su defensa escribirán diversos teólogos; que automáticamente serán escogidos como Manuales adecuados por su ortodoxia regalista. Como es de suponer, este tipo de opciones desarrollaron sus conse- cuencias en el entramado social hispanoamericano, donde los jesuitas goza- ban de una fuerte ascendencia, aún después del «extrañamiento». En este sentido, no parece que se haya tenido suficientemente en cuenta, en el proceso emancipador, la experiencia de verse despojados de aquellos que, en gran medida, controlaban los grupos de pensamiento más significativos en todas las amplias tierras españolas en América. Los diversos grupos oli- gárquicos tenían conciencia de haberse quedado huérfanos, por lo que se sentían llamados ellos mismos, por una parte a vengar la expulsión consi- derando al Rey y sus ministros como masones y volterianos y, lo que es más significativo, a dar el paso a la adultez. Ese rechazo del Soberano y sus Instituciones, con el paso del tiempo, derivará en el genérico hacia lo español. De todos modos, en este particular, seguimos encontrándonos ante interpretaciones opuestas y, posiblemente, en la conjunción de las mismas es donde se puede ofrecer luz 85 . 3. A MODO DE CONCLUSIÓN : TEORÍA Y PRÁCTICAS Tanto en el proceso de Independencia, como en el de configuración de los países hispanoamericanos nos encontramos que se recurre a una Confluencias teóricas y prácticas heterogéneas … 39 85 Es el caso de Salvador de Madariaga, quien consideraba como segunda consecuencia de la independencia precisamente la expulsión: «El segundo resultado fue sembrar a voleo por Europa miles de jesuitas hispanoamericanos que mal podían ser fervientes partidarios del Rey de España… Se ha discutido si eran de verdad hostiles al régimen español, pero no parece razonable negarlo… De entre estos jesuitas desterrados se sabe de cierto que se pronunciaron contra el régimen espa- ñol Javier Caldera, Hilario Palacios, Salvador López y Juan de Dios Manrique de Lara, todos crio- llos, así como dos peninsulares, Andrés Fabrés catalán, y Cosme A. de la Cueva, asturiano. Pero los dos más activos fueron Juan Pablo Viscardo y José Godoy». S. de Madariaga, El auge y el ocaso del imperio español en América, Madrid 1979, 595-596. No dejaba también de ser cierto lo que afirmaba hace algunas décadas el prestigioso hispanista y jesuita Miquel Batllori: «Si no hubiera venido, desde fuera, la independencia de las colonias inglesas, la revolución de Francia y la inva- sión napoleónica en España, lo más probable es que los pueblos hispanoamericanos, antes de alcanzar su plena independencia, hubieran desarrollado un regionalismo cultural… para crear una cultura diferencial, base de su definitiva autonomía». M. Batllori, La cultura hispano italiana de los jesuitas expulsos. Españoles-Hispanoamericanos-Filipinos, 1767-1814, Madrid 1966, 578.

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