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reses de Felipe V frente a la Curia Romana. No olvidemos que, por idéntico motivo, se había detenido también en los sínodos visigóticos 82 . De manera más concreta, el mismo Mayans se encargará de difundir y publicar la carta sobre el parecer dado por Melchor Cano a Felipe II, sobre las divergencias entre Paulo IV y Carlos V. Dicha consulta había cre- ado cierto rechazo en los contextos pontificios hacia Cano, lo que será aprovechado para justificar el regalismo. En el mismo hecho surge la con- firmación de que no había una verdadera preocupación humanista, sensi- ble ante los grandes temas sociales del momento, sino que el motor ideológico era la autoafirmación del Estado. Sensibilidad que sí estaba muy presente en los entornos más liberales. Así ocurre con el agustino Diego F. de Padilla, que explicará la filosofía moderna y las ideas de los enciclo- pedistas franceses, en cuanto tenían de positivas y cristianas. Su sensibili- dad humanística la pondrá especialmente de manifiesto en 1801, cuando en Bojacá funde una escuela de primeras letras para niños y niñas. Al mismo tiempo, los expurgos borbónicos habían limpiado las obras de los autores que podían ser considerados como seguros de todo error o, simplemente, de cualquier cercanía al probabilismo; marcando así la línea probabiliorista y rigorista. El mismo Daniel Concina no sólo había sido un apologeta impugnador del probabilismo y de toda forma de laxis- Confluencias teóricas y prácticas heterogéneas … 37 82 «Mayans, como buen investigador, utiliza los concilios no sólo desde una perspectiva teó- rica y un tanto utópica, sino con conocimiento directo y concreto y dentro de los planteamientos regalistas de su tiempo. Por lo demás, un testimonio de su regalismo con resonancias visigóticas subyace en la Defensa del rey Witiza (1772). Por eso el valenciano es uno de los historiadores que desean ver en la iglesia visigoda el paradigma a seguir en la lucha contra la intromisión, a su jui- cio excesiva, de la Curia Romana en la iglesia española. Ahora bien, tratándose de una polémica ideológica con Roma, Mayans tiene que valerse de los tratadistas españoles, católicos todos, que mantuvieron una postura favorable al regalismo y opuesta a las pretensiones romanas. Utilizará, por tanto, con evidente preferencia, las obras de los teólogos; Francisco de Vitoria y Melchor Cano, ambos de renombre universal y reconocidos como primeras figuras entre los teólogos; Álava y Esquivel, cuyo descubrimiento le produjo entusiasmo por su independencia de criterio… Pero, no descuida a los juristas de la escuela de Salamanca que habían mantenido los derechos de la Monar- quía hispana en sus divergencias con Roma: Ramos del Manzano, José de Retes y, pese a sus reser- vas respecto a los prácticos, en determinadas ocasiones, a Salgado de Somoza, Chumacero… Evidentemente, Mayans conoce los tratados de los juristas extranjeros que defendieron los derechos de la autoridad civil frente a la Curia Romana (Bossuet, Marcá, Van Espen, Tomasino…) y los utili- zará en su momento. Pero, en este caso, sigue el consejo que diera al obispo de Barcelona Asen- sio Sales: tome las ideas de Van Espen, pero no cite su nombre, antes bien utilice a los españoles que defendieron con anterioridad idénticos principios. Porque, a juicio de nuestro erudito, los juris- tas extranjeros tomaron de los españoles muchas cosas que después nos vendieron como origina- les y propias: “Recientemente me ha venido un libro de D. Diego de Álava y Esquivel, obispo de Ávila, De conciliis universalibus . Es una mina oculta de la qual los franceses han sacado todo el oro que nos venden como propio en sus libros modernos”». A. Mestre Sanchís, Mayans y las raíces del regalismo español del siglo XVIII, in: G. Mayans i Siscar, Obras Completas. IV. Regalismo y jurisprudencia, Valencia 1984, XIX-XX.

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