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que era vista como heterodoxa y peligrosa, especialmente, claro está, para los intereses de la Corona. Se abría así la oportunidad para aquellos que habían sido desplaza- dos del centro de la escena intelectual y que, en este momento, apoya- rían ideológicamente las reformas borbónicas. Este tipo de autores aseguraban el centralismo y el control que Carlos III deseaba, por lo que fueron propuestos para todas las Universidades de los Reinos 77 . No se puede olvidar que, desde España, se veía a Melchor Cano como a aquel que había apoyado las tesis de Felipe II frente a los intereses del Papa, lo que hizo que su Opera gozará en este momento de innumera- bles ediciones. Al mismo tiempo, las lecturas oficiales en las aulas eran las obras de los dominicos Concina 78 , Gonet 79 y Gotti 80 , así como el agus- tino Berti 81 . El interés por autores como Melchor Cano no estaba propiamente en lo teológico; la razón de ser fundamental estaba centrada en el regalismo, para lo cual el dominico era un autor adecuado y oportuno, especialmen- te en una doble vertiente. Por una parte, en relación a su incuestionable ortodoxia e, incluso caza de brujas, que lo presentaba como un perfecto autor escolástico, de tal suerte que no pudiera ser atacado por los maestros inmovilistas; en segundo lugar, por la clara actitud regalista de Mayans, que le permitirá encontrar en Cano elementos que le ayuden a defender los inte- 36 Miguel Anxo Pena González 77 No se puede pasar por alto el hecho de la importancia que tienen las universidades que el Rey de Castilla funda en América, haciéndolo ya desde épocas realmente tempranas. En este sentido, se ha de caer en la cuenta que, la mayoría de las mismas son Colegios-Universidad vincu- lados a Órdenes religiosas, por lo que los cuadros burocráticos que se iban generando eran funda- mentalmente eclesiásticos. El detalle cobra mayor relevancia si caemos en la cuenta que, tanto en la América portuguesa, como en la francesa o inglesa no se había creado ninguna institución aca- démica de este tipo. A este respecto, cf. L. E. Rodríguez-San Pedro Bezares — A Rodríguez Cruz, Salamanca: la fascinación de un nombre, in: L. E. Rodríguez-San Pedro Bezares (Coord.), Historia de la Universidad de Salamanca. III.2. Saberes y Confluencias, Salamanca 2006, 1009-1027; C. Ramí- rez González, Proyección en América: una perspectiva americana, in: Ibid., 1327-1350. 78 Este dominico probabiliorista, se oponía abiertamente a los jesuitas y su probabilismo moral. De igual manera condenaba las tesis clásicas del tiranicidio. Cf. D. Concina, Theologia Chris- tiana Dogmatico-Moral compendiada en dos tomos, Madrid 1770. De su abundante bibliografía sólo tomamos ésta en consideración, haciendo ver que incluso fue traducida. 79 Este dominico francés, muerto en 1681, es considerado como uno de los últimos tomistas clásicos. Cf. I. B. Gonet, Clypeus Theologiae Thomisticae, 3 ed., Parisis 1669. 80 Como el mismo título de su obra indica, se situaba en una orientación en la que enten- día la teología como ciencia de conclusiones teológicas. Cf. V. L. Gotti, Theologia scholastico-dog- matica iuxta mentem Diui Thomae Aquinatis, t. I-III, Venetiis 1763. 81 Este historiador, por su condición de agustino, se movía en una vía media entre jansenis- tas y escolásticos, con una interpretación medianamente acertada de los textos de la Escritura. Al mismo tiempo, se centra en la exposición de la gracia divina. Cf. I. L. Berti, Ecclesiasticae Historiae Breviarium, Pisis 1760.

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