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sin descuidar también el jansenismo, que, aunque con menor importancia, seguía siendo opuesto al pensamiento oficial de la Compañía de Jesús. Si el orden social tenía un fundamento religioso, si eran los teólogos conjuntamente con los juristas quienes interpretaban y traducían el orde- namiento social, a la Corona le interesaba dominar la enseñanza teológica y jurídica, para poder así llegar a los diversos estratos sociales, de tal suer- te que fuera perfectamente coherente con la política social que se estaba implantando. La Teología proponía una serie de nociones, categorías y divisiones basadas en la ley natural, que servían de soporte también para el Dere- cho. Por su parte, la casuística proponía enmiendas a todas las situaciones que se podían dar en la vida. En este sentido, el probabilismo, especial- mente moral, ofrecía la opción más amplia y, por lo mismo, la común- mente más aceptada, lo que a su vez tuvo como consecuencia que fuera la más combatida desde los círculos regalistas, recurriendo incluso para ello al recuerdo y justificación de que estas tesis habían sido condenadas por diversos Pontífices 73 . De esta manera, se convertía en el momento his- tórico de mayor control respecto a los impresos, tanto de su difusión como impresión, lo que justifica que sea ahora cuándo se expurguen obras de siglos anteriores, respondiendo a los criterios directores del absolutismo ilustrado. Era lógico que los regalistas atacaran fuertemente el probabilismo moral, puesto que sus defensores y propagadores más convencidos habían sido los jesuitas, que lo habían convertido en doctrina oficial de su Orden. En este sentido, en cuanto al pensamiento socio-político, lo que interesa- ba era dejar de lado especialmente las doctrinas de Francisco Suárez y Juan de Mariana, que tenían un sustrato fuertemente democrático. Al mismo tiempo, los tratados De Iustitia et Iure estaban ampliamente difun- didos por todo el mundo y, por lo mismo, también en todas las ciudades americanas, donde se presentaba aquel pensamiento propio salmantino en toda su riqueza y diversidad. Es importante resaltar este detalle, puesto que nos permite vislumbrar que, aunque el cerco de control, cada vez se hacía más estrecho y violento, quedaba siempre la puerta de una élite intelectual que no descuidaba las posibilidades que tenía a su alcance. Pero, la realidad práctica será que aquellos que habían sido educados por los jesuitas en Colegios, Seminarios y Universidades, son los que ahora 34 Miguel Anxo Pena González 73 Cf. Inocencio XI, Sesenta y cinco proposiciones condenadas en el decreto del Santo Ofi- cio de 2 de marzo de 1679, in: H. Denzinger-P. Hünermann, El Magisterio de la Iglesia. Enchiri- dion Symbolorum Definitionum et Declarationum de rebus fidei et morum, Barcelona 1999, 601-610, n. 2101-2167.

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