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No cabe duda que la progresiva institucionalización de las estructuras del Estado, por parte de los Borbones, está en estrecha relación con el Despotismo ilustrado, que tenía en Jacques Bènigne Bossuet una de sus fuentes de inspiración más genuinas. El francés, obispo de Meaux, defen- día que el régimen político que mejor se acomodaba a la realidad históri- ca era la Monarquía real y hereditaria, como titulará precisamente su segundo libro de la Política 54 . No niega que haya pueblos que se organi- cen a partir de la república, tanto en el presente como en el pasado, pero considera que la Monarquía es el régimen ancestral de los pueblos, inclu- so de aquellos que después optarán por la República. La fundamentación la tomaba aplicando textos de la Sagrada Escritura y proponiendo como modelo de argumentación la paternidad de Adán sobre sus hijos: «Así pues, todo el mundo ha comenzado por las monarquías, y casi todo el mundo se ha mantenido en ellas como en la forma de gobierno más natural. También hemos visto que tiene su fundamento y modelo en el poder paternal, es decir en la propia naturaleza humana. Todos los hombres nacen vasallos, y el poder paterno que les habitúa a obedecer, les acostumbra tam- bién a no tener más que un jefe» 55 . Aun teniendo en cuenta que dicho autor no es ilustrado, y que pro- ponía la secularización del derecho divino de los reyes, utiliza una argu- mentación de base teológica, por ser parte de la tradición y algo difícilmente cuestionable en aquel momento. El hilo conductor lo encuen- tra también en la Escritura, a partir de argumentos que podían ser políti- camente aceptables y que tenían una manifiesta intencionalidad práctica para las monarquías de corte absolutista y, por lo mismo, capaces de tras- cender más allá de la propia realidad de la Francia de Luis XIV. Bossuet estaba convencido de que «la única autoridad capaz de poner freno a las pasiones y a la violencia entre los hombres es la del gobierno hecho natu- ral a los hombres» 56 , identificado precisamente en una Monarquía que, ade- más de ser sagrada, entendía que debía ser absoluta, lo que llegará a expresar con palabras elocuentes: «Los príncipes obran como ministros de Dios y lugartenientes suyos en la tierra. Por medio de ellos ejerce su mando… Esta es la razón de que hayamos visto que el trono real no es el trono de un hombre, sino el del mismo Dios» 57 . 28 Miguel Anxo Pena González 54 J. B. Bossuet, Política sacada de las Sagradas Escrituras [1709], Madrid 1974, 44. 55 Ibid., [lib. I, art. 1, prop. 7], 49. El modelo de Adán lo propone en la proposición anterior. 56 Ibid, [lib. I, art. 3, prop. 2], 28. 57 Ibid., [lib. III, art. 2, prop. 1], 53.

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