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Miguel Anxo Pena González 79 ISSN 1540 5877 eHumanista 29 (2015): 72-91 No era simplemente un discurso voluntarista, sino que contaba con la aportación novedosa de aquel momento en torno a la Teología; suponía la vuelta a un discurso sos- tenido también desde la praxis, proponiendo o consolidando una vía nueva, que no mi- raba de manera exclusiva a la doctrina, sino que tendía asimismo a la configuración de una metodología propia. Este modo de hacer teología tenía en cuenta el derecho y la moral, 15 posibilitando la interrelación y, por lo mismo, la preocupación acerca de aspec- tos ya no sólo de índole religiosa, sino social y política, lo que llevaba, por tanto, a pre- ocuparse por el reconocimiento de las lenguas de los naturales; 16 a que éstos fueran ca- tequizados en ellas y, como consecuencia, a que su cultura propia no se perdiera como resultado del enfrentamiento. Un segundo momento, estrechamente vinculado, será el reconocimiento de sus derechos, que no se refieren sólo a los tradicionalmente recurren- tes, sino también a la posición de los nativos dentro de la organización social de los Vi- rreinatos. 17 El contraste era especialmente claro, frente a los permanentes excesos y abusos que se vivían, en el campo político y religioso de las distintas repúblicas cristianas. En contraste con el clericalismo reinante y los abusos de los eclesiásticos, se proponía una renovación de toda la Iglesia, ad intra y ad extra , que no venía, en las tierras de las In- dias, formulada a partir de grandes principios, sino que se sustentaba por una praxis ya imparable, por medio de las acciones concretas de los misioneros. El hecho llevaba implícita la recuperación de un ideal y, a la vez, la acomodación a los tiempos que esta- ban viviendo. Eran hombres de su presente y perfectamente enraizados con los ideales del mismo. Cuando Francisco de los Ángeles Quiñones, el 4 de octubre de 1523, envía a un grupo de misioneros franciscanos al Yucatán, en la carta de envío está reflejando un fuerte fragor y sensibilidad misionera, que va mucho más allá del cumplimiento de unos acuerdos con la Monarquía de los Habsburgo (Waddingo 183-184; Messeguer Fernán- dez). No se trataba sólo de una patente u obediencia para cumplir unos requisitos canónicos, sino que la misión estaba recurriendo a un lenguaje con una fuerte impronta evangélica; un lenguaje que habla de un convencimiento y de una conciencia propia y asimilada; ésta se muestra todavía de manera más evidente cuando se constata que los enviados a dicho ministerio cuentan ampliamente con las cualidades humanas, intelec- tuales y religiosas teóricamente requeridas. Y, en este sentido, las cualidades humanas son elemento necesario para poder llevar a cabo dicha tarea con resultados adecuados. 18 Con anterioridad al discurso teórico de defensa del indio cristianizado, que debía ser protegido de los conquistadores, estaba ya la praxis misionera, que lo hacía posible. Precisamente por ello, cuando Paulo III, en 1537, publica la bula Subliminis Deus , reco- noce al indio como hombre completo y apto para recibir la fe. 19 Estaba sancionando algo ya puesto de manifiesto por esa praxis, que ahora era la que ayudaba a la argumen- 15 Señalando una referencia sólo respecto al derecho Juan de Zumárraga sostendrá que ―por las leyes de las Partidas hallaba libres‖ a cuantos se esclavizaban. Tomado de: García y García 1997: 354. 16 El ejemplo lo tenemos con Zumárraga, promoviendo las traducciones, o Bernardino de Sahagún y Pe- dro de Gante usando la lengua de los naturales. En la composición de gramáticas, el modelo indiscutible fue Antonio de Nebrija, tanto por su gramática latina como por la de la lengua castellana, que aseguraban un modelo firme de referencia. 17 Piénsese, al respecto, en el caso de la ciudad imperial del Cuzco y el reconocimiento de la Monarquía incaica, conjuntamente con la castellana que, además, serán unidas por lazos de matrimonio, poniendo el hecho todavía más de manifiesto. 18 Es importante este detalle, puesto que frente a los misioneros de los siglos XVII y XVIII, los del siglo XVI serán –fundamentalmente– hombres de una amplia cualificación intelectual, interiormente ricos y que habían hecho una opción de la que estaban fuertemente convencidos. No se trataba sólo del resultado de una obediencia regular. Acerca de este tema, cf. Borges 1960 y 1977. 19 Acerca de la bula, cf. Hera.

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