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Miguel Anxo Pena González 76 ISSN 1540 5877 eHumanista 29 (2015): 72-91 imitación de los clásicos y sus modelos combinada además con una gran claridad de exposición, que llegará a las expresiones tan singulares de un Francisco de Vitoria o un Martín de Azpilcueta, sabedores de esa novedad que están proponiendo. 10 Por esa razón Francisco de Vitoria será llevado en parihuelas a las lecciones en Escuelas Mayores, fuertemente aquejado de gota. Por otra parte, el dominico había introducido nuevos elementos de fuerte pre- ocupación humanística en la enseñanza, como era el uso del dictado en la explicación a los alumnos, de tal suerte que éstos pudieran tener unos puntos objetivos de instrucción en aquellos aspectos o cuestiones más difíciles de seguir en unas lecciones tradicional- mente memorizadas, y lo hacía desde un método clásico, más basado en la retórica. Di- chos autores se habían atrevido, al mismo tiempo, a cuestionar el método teológico clásico, que no era otro que el del libro de las Sententiae de Pedro Lombardo, optando por una síntesis más ordenada y armónica como era la Summa del Aquinate. 11 Lo interesante seguía siendo que dichas opiniones no impedían una palabra co- herente, oportuna y estéticamente bella, ya que al tiempo que estaban preocupados de que su discurso fuera equilibrado, estaban también atentos a que la manera de transmi- tirlo respondiera a unos parámetros clásicos, alejándose de todo barbarismo. A la vez, esa manera de proceder en su conciencia suponía una búsqueda objetiva de la verdad en sí misma, superando el clásico positivismo de recurso a las autoridades, que manifies- tamente había coartado toda libertad y espontaneidad, y limitado fuertemente el pensa- miento. En este sentido, aun en la diversidad de métodos difícilmente conciliables – como podrían ser los de las escuelas dominica y franciscana–, ambos tenían una seria preocupación por el hombre concreto; podemos identificarla en grandes figuras de ese momento, como es el caso de Antonio Montesinos, Francisco de Vitoria o Domingo de Soto, entre los Predicadores, o fray Toribio de Benavente, Alfonso de Castro o Andrés de Vega, entre la Observancia minorítica. No parece menos importante tener presente que el teólogo no encontraba exclu- sivamente su auditorio en el aula académica, sino que éste había traspasado también las fronteras del mundo teórico e intelectual, proyectándose a nuevas tareas apostólicas como las misioneras, que requerían también de una adecuada preparación y cualifica- ción intelectual. Precisamente por ello, no se puede obviar cómo estos hombres tenían preocupaciones amplias, que no se limitaban a su entorno más próximo, sino que iban mucho más allá. Ejemplo claro de ello lo tenemos en el primer obispo de México, fray Juan de Zumárraga. Este franciscano observante, escogido para desempeñar dicha tarea cuando se encontraba en el eremitorio franciscano de La Aguilera (Burgos) y, por lo mismo, distante de todo ámbito de reconocimiento público o de posibilidades de cursus 10 Así lo expresaba Martín de Azpilcueta, en carta al Duque de Alburquerque, Gobernador de Milán: ―Solebant enim tunc iusmodi oficia vendi pro eis, quibus erat eruditionis nomen iurium celebre. Fateor hoc inquam illis; quos etiam contra profiteri oportet, me antequam Gallias adirem intra Navarram et cele- berrimam Complutensem (quae in Castella nova est) Academiam artes liberales et Theologiam scholasti- cam didiscisse. Et quod postea in Hispanias e Gallis regressus, triginta circiter annos ea iura Pontificia docui, Salmanticae circiter et Conymbricae Maiestatis Regiae parentum iussu quintuplicato sexdecim. Neque ullus negat attulisse me a Tholosa Galliae in Salmanticensem, veteris Castellae Academiam, om- nium orbis Christiani cum paucis principem, solidam, et perutilem iuris Pontificii sapientiam; sicut et post me altero anno perdoctus iuxta ac perpius ille frater Franciscus a Victoria solidam, utilissimamque Theo- logiam ex eiusdem Galliae Parisiis eadem invexit: cum ante nos ambos integerrimus ille Siliceus in Regis magistrum a Caesare delectus, et postea in Archipraesulem Toletanum promotus, et aliqui alii Parisiis in eadem Gallia adamussim docti, utramque philosophiam, et alias artes liberales magnopere in eadem auxissent. Si ergo illi quorum aliquot plures annos quam ego in Galliis didiscerunt, et docuerunt, nulla ob hoc nota imo laude dignos ducunt, cur ego solus damnor?‖ (Martín de Azpilcueta, ―Tenor Epistolae prae- fatae apologeticae.‖ (Azpilcueta I: 460-462). 11 Acerca de este método del dominico, cf. Pena González 2009a: 40-42.
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