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Miguel Anxo Pena González 75 ISSN 1540 5877 eHumanista 29 (2015): 72-91 lo, que había sido maestro de san Juan de Ávila, en la Universidad de Alcalá, aparece como una de sus influencias más peculiares y creativas (Pena González 2013). Al margen de esta referencia, es seguro que en lo concerniente al mundo intelec- tual, el humanismo había supuesto la progresiva eliminación de cuestiones teóricas o inútiles que tradicionalmente mantenían una fuerte vinculación con el verbosismo, a su vez en relación estrecha con las fuertes escuelas tradicionales anejas a las grandes Órdenes. Éstas comienzan a dejar paso –durante unas décadas– a esa mirada más global o común, donde se abre una puerta a las necesidades y preocupaciones más concretas y reales que viven los hombres y, por lo mismo, no sólo los teólogos o académicos. Sin renunciar a una doctrina de la que eran manifiestamente herederos y transmisores, optan por mirar también al hombre en sus dificultades y preocupaciones; éstas ya no se con- cretarán sólo en un marco europeo, sino que tendrán también que referirse aquende y allende los mares, en una multiplicidad y diversidad de preocupaciones que dificultarán el poner todo en orden. Los sabios no se confrontaban o dialogaban ya sólo desde una vertiente doctri- nal, sino que hacían referencia a una teoría contrastada no sólo desde el aula y la celda del estudioso, sino también atenta a las tierras recién conquistadas, a las guerras entre los distintos reinos cristianos, a los pobladores de las nuevas tierras, así como a los in- tereses de la Monarquía hispánica o de la propia Iglesia, identificados en la figura del Romano Pontífice. Se trataba de una mirada integral, considerando elementos tenidos en cuenta en los orígenes del cristianismo, pero que con el paso del tiempo habían ido que- dando al margen. Así, los problemas de gracia, libertad, sacramentos, justificación apa- recían ahora estrechamente relacionados a los derechos del individuo y de los pueblos, a la naciente realidad de un Derecho internacional, con carácter objetivable, que iba de la mano del derecho de la guerra, de la paz o de la justificación de las conquistas; u otros más de lo cotidiano, como podía ser la preocupación por la realidad de los pobres, la mendicidad o el acercar la oración o una vida espiritual intensa a todo el pueblo. 9 Al teólogo de este momento preocuparán hondamente estos problemas y se en- tregará a buscar vías de solución, implicándose de manera viva e intensa. Se trataba de una preocupación pastoral y moral pero, a la vez, también muy mundana, evitando una suerte de clásicas espiritualizaciones, para optar por una implicación viva y directa. Su- ponía una ruptura con el método teológico escolástico, en su sentido más clásico, para cargarlo de frescura y de espontaneidad, lo que explica que se distanciara manifiesta- mente de lecturas excluyentes de Escuela. Olvidar estos principios básicos, especialmente novedosos, supone tomar con- ciencia de que estos autores se saben viviendo un momento nuevo y rico; no se conside- ran exclusivamente transmisores de un pasado, sino artífices de un futuro en proceso y construcción. En este sentido, es también importante ver cómo ellos mismos se proponen co- mo actores de lo que podríamos denominar un nuevo Humanismo académico, cuyo re- ferente fundamental es la Teología, pero se extiende al saber más clásico, donde iban también estrechamente imbricados ambos derechos –civil y canónico– y la filosofía, además de las lenguas clásicas a las que se referían de manera directa y viva, sin necesi- dad de intermediarios. Precisamente por ello, los autores del siglo XVI son capaces de mostrar un buen gusto literario, incluso con una cuidada y bella dicción latina, en una 9 Piénsese, en este sentido, la importancia tan fuerte que tuvo Francisco de Osuna y sus Abecedarios espi- rituales . Este observante franciscano, conjuntamente con otros como Bernardino de Laredo, estaba parti- cularmente preocupado por alcanzar una reforma interior del hombre, que supusiera la apertura de nuevas vías para la espiritualidad, que no se quedara solamente en la crítica de la vida de los regulares y sus Órdenes. Acerca de este tema, cf. Pablo Maroto.

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