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494 MIGUEL-ANXO PENA GONZÁLEZ se encuentran los intereses económicos de muchos otros que elaboran todo un comercio intermedio de captura y venta. La primera cuestión a plantear, y que ha sido presentada ya por algún espe cialista, es la condición del negro, tema fundamental a la hora de una compren sión real del problema, incluso como elemento previo a lo que luego serán las valoraciones morales y jurídicas de diversos autores. En aquel momento, segtiía en vigor el derecho romano, que consideraba lícita la esclavitud, siempre y cuan- do cumpliera tina serie de condiciones aceptadas y asumidas socialmente. La mayoría de los autores entendían que la esclavitud provenía del derecho de gen tes y, por tanto, de dei-echo natural y que, en razón de esto, no se podía decir que la esclavitud fuera contraria al hombre. Con el paso del tiempo, y debido a la rápida riqueza que suscitaba, se unieron a la ti-ata otros países europeos que veían en ella también las posibilidades de un negocio rápido y lucrativoi7, lo que llevará a una argumentación más allá de los límites de la ortodoxia católica. Sorprende poderosamente la atención que, en plena Edad Moderna, una práctica casi en desuso en Europa, recobre fuerza de manera tan veloz, coinci diendo con uno de los momentos de mayor florecimiento cultural conocidos hasta el presente. Sin ningún otro tipo de escrúpulos, la trata se enquista como una praxis aceptada y defendida por muy diversos sectores sociales y culturales con intereses y preocupaciones distintas. Es evidente que, la esclavitud seguía siendo lícita, aunque casi reducida a unos pequeños campos, entre los que se encontraban los musulmanes, así como algunas situaciones especialmente fla grantes’8. Con este marco previo, parece necesario indicar cómo el concepto de escla vitud de los siglos xvi y XVII es diverso al de épocas anteriores, aunque su apa riencia formal utiliza los mismos conceptos y títulos clásicos, constituyendo así una variación en la interpretación de los mismos19. Ante la nueva realidad, los autores aplicarán los principios clásicos al mundo y realidad que conocen pro duciéndose así una ampliación o variación de conceptos. La primera novedad surge al contrastar que una práctica que comenzaba a ser erradicada cobraba nueva fuerza en relación con una pequeña porción del mundo; aquella que resul taba más novedosa. Los autores coinciden a la hora de tener presentes una serie 17 A este respecto, cfr. J.A. RAwLEY, The ttans-Adantic Sicive Trade: A History, Nueva York, 1981; G. P1ETR0STEFANI, La tratta atiantica. Genocidio e sortilegio, Milano, 2000. 1$ El mismo Bartolomé de Las Casas muestra una actitud muy diversa entre la simpatía mostrada hacia los indios y su actitud tardía en defensa de los esclavos. Al mismo tiempo, la implicación de los jesuitas en este negocio resulta algo sórdido y con difícil disculpa. ¡9 Cfr. C. BAcieRo, “Libertad natural y esclavitud natural en la Escuela de Salamanca”, en 1 duitti dell ‘nonio e la pace ud peilsiero cli Francisco de Vitoria e Bartolomé de las Casas. Congresso interucizionale tenutto allci Pontificia Universitó 5. Tomasso (Angelicuni). Roma 4-6 marzo 1985, Milano 1988, pp. 181-189.

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