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524 MIGUEL-ANXO PENA GONZÁLEZ En esta manera de argumentar, sigue recurriendo a los mismos autotes, ano tando de ellos las dificultades que encuentran, reforzándolas y utilizándolas para su propia argumentación. Cuestiona toda la justificación de la venta de los pro pios hijos; donde, después de razonar las dificultades de los distintos títulos, entra en una afirmación en la que discute la realidad de aquellos que justifican la esclavitud, concretamente lo hace con Luis de Molina, al que responde con cierto sarcasmo, de tal suerte que, el probabilismo moral, pasa a ser una impli cación moral en primera persona, entendiendo que sería diferente si la libertad que estuviera en juego, fuera la del teólogo que escribe’32. Si ha dilatado páginas en la atención a los autores, ahora lo hará todavía más con Avendaño. Responder a la obra del jesuita afincado en Perú, era lo mismo que responder a la síntesis del pensamiento jesuítico en su conjunto, por lo que se entiende que tome literalmente su exposición, citándola con rigurosi dad, intentando así apoyar mejor su opinión. Se detiene principalmente en la cuestión quinta, donde Avendaño presenta la compra por buena fe. La ataca recurriendo a las proposiciones que Inocencio xi, condena del probabilismo, con lo que estaba ya poniendo en cuestión toda la justificación de la trata, que era especialmente guiada por autores jesuitas’33. Los mismos argumentos esgrimi dos por los probabilistas, utilizando el principio de que cuando las razones son probables por ambas partes, hay que favorecer más al desgraciado que al amo, le sirve para hacer patente que, si son sólo probables, no son ciertas, con lo que hay obligación de manumitir, aunque la duda sea mínima. El derecho canónico, es un buen apoyo, ya que las normas del derecho recordaban que en lo oscuro, era preciso seguir lo Así, no es posible comprar sin investigar, para que la compra sea de buena fe, lo que es lo mismo que anular la posibilidad de una compra legal, de donde dedtice que “nadie puede comprar negros, aun los expuestos en público para ser vendidos”35. 132 “Quisiera, pues, saber si Molina en caso de grave necesidad se vendería a sí mismo como esclavo, o diría que su padre en caso de grave necesidad podía venderle a él mismo, por que no hay miseria más grave que la esclavitud perpetua. Por eso sólo es lícita para evitar la muer te, o sea, sólo en caso de extrema necesidad, no de grave necesidad. Además, ¿qué pretende Molina con esto? ¿No es verdad que el padre que se vende a sí mismo como esclavo recibe en vano el precio de su libertad? Porque, hecho esclavo, todas sus cosas son del amo. ¿De quién, por tanto, será el precio de su libertad? ¿De otro o de él, que se vende? Si de otro, no se ayuda a sí en su grave necesidad, sino a otro. Luego no es lícito venderse por otro. Si el precio es del mismo que se vende, será, por consiguiente, del amo que dio el precio. Luego vano además de inútil, pues el amo que lo tiene como esclavo como a esclavo suyo, para que no perezca. Luego inútil para él el precio de su libertad para ayudarse a sí mismo, ya que se pasa la persona del desgracia do al dominio de otro”. Ibíd., 72. 133 Cfr. DH 2101-2167. 134 Cfr. In vi 5. 13. 45. 135 Servi liben, 81.
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