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56 miguel anxo pena gonzález En este sentido, no hay mucha diferencia entre las expresiones dirigidas a una beata con las que utiliza para una religiosa. El centro de la vida está puesto en Dios, al que ha de servir con una peculiar expresión y sensibilidad: «Volved vuestros ojos al Señor que quiere miraros y que le miréis. apa- rejadle en vuestro corazón posada blanda, pacífica, casta, llena de miseri- cordia, para que os haga templo suyo y os santifique. ¿Dónde podréis vos emplearos que mejor os vaya que en Aquel que los ángeles desean mirar (cf. 1Pe 1,12), y, mirándolo, nunca se ahítan? Bástaos Dios, si vos queréis que os baste; no busquéis otra cosa con Él, porque no quiere ser posesión de aquel que con sólo él no se contenta… Esto buscad, y viviréis; esto pedir a su mi- sericordia, y dadle por ella todo lo que os pidiere. No hayáis miedo de perder vuestros placeres por este placer. Poned en su mano vuestra honra y fama, y salud y vida, y todo lo que tenéis y deseáis y decidle que tome lo que quisiere, y cuando y como quisiere, y que os de Él a vos. Rogadle que sea cruel en todo eso y sea piadoso en dárseos Él» 70 . Se ve que en san Juan de Ávila permea toda la tradición clásica occi- dental de la vida regular femenina, que tenía unas imágenes propias, como la del espejo 71 , a la que también él recurrirá, aunque modificándola en cierta forma. Así lo expresa en la carta dirigida a una doncella: «Mirad que no hagáis cosa que no sea digna de esposa de Cristo. Acor- daos que habéis ofrecido vuestro cuerpo en sacrificio a Cristo nuestro Señor. El sacrificio mandó a Dios que fuese examinado, porque si tenía falta en los ojos, manos o pies, o en otras partes , no consentía Dios que le ofreciesen… En lo cual se da a entender como dice Orígenes que las doncellas que ofrecen su cuerpo a Dios en sacrificio no cumplen con ser en una cosa limpias; la lengua ha de ser ajena de hablar vanidades; las orejas, de oírlas; los ojos, puestos en tierra; el atavío, ni preciado, ni curioso, ni sucio, y desde los pies a la cabeza ya de ser vestida de honestidad. En el ánima ha de ser paloma, pues es esposa 70 Id ., «Carta 66.A una monja», en Ibid. , IV, 292-293. 71 Esta imagen la podemos encontrar en figuras medievales de gran relevancia, como es el caso de las santas Hildegarda de Bingen o Clara de Asís.
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