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46 miguel anxo pena gonzález a lo largo de sus sermones y epistolario, también en referencia a las beatas 39 . Al mismo tiempo utiliza una imagen que da cuenta de su aprecio por la vida regular, cuando habla de «vestirse de caridad e infamarse en amor de Jesu- cristo, de tal manera que sea una misma cosa con él» 40 . Esta idea evoca la realidad del martirio blanco, cuando grupos de cristianos se retiraban para llevar una vida de mayor coherencia con Dios, fundamentalmente desde la vida eremítica, que luego se concretará también en la cenobítica, de tal suer- te que sigue proponiendo la entrega de la propia vida en don perpetuo 41 . En este sentido, no hace distinción entre hombres y mujeres. Desde su propia identidad cada uno ha sido llamado y elegido por su propio nombre. Así se lo expresa también en un sermón a las clarisas de Montilla: «¿Entendéis las mercedes que el Señor os ha hecho en apartaros del mundo y escogeros por esposas suyas? ¿Sabéislo señoras? ¿Conocéis lo que con vosotras ha hecho? ¿Tenéislo bien entendido? Que antes que fuésedes nacidas ni engendradas, y mucho antes – ¿qué digo ‘mucho’?–, infinito antes que el mundo se hiciese os tenía ya Dios escriptas en su pecho a todas estas que aquí estáis para esposas suyas. No lo merecieron vuestros ayunos ni vues- tras disciplinas ni oraciones… y os tenía Dios a todas escogidas entre tantos 39 Cf. Id ., «Sermón 27. Domingo infraoctava de la Ascensión. En un convento de monjas», en Ibid ., 326, § 11; Id ., «Sermón 54. Santísimo Sacramento», en Ibid., 704, §. 13; Id ., «Sermón 15. Miércoles de la semana de Pasión», en Ibid ., 209, §. 6; Id ., «Carta 40. A una monja que quería hacer profesión», en Ibid ., IV, 201-214. Un ejemplo concreto es el que propone a una doncella, en carta del 29 de abril de 1553: «Por tanto, conviene, como esposa de Jesucristo, que claramente entienda; y, entendiendo, continuamente considere, y, considerando, ardientemente ame; y, amando, con toda diligencia obre con perseverancia aquello para lo cual pretende de entrar en religión». Id ., «Carta 224. [A una doncella] (29.IV.1553)», en Ibid ., 715. 40 Ibid ., 721. Lo expresa de una forma particularmente elocuente: «son instituidos para lim- piar y purificar el ánima del amor de sí mismo, conviene a saber: de la mala afición cerca de las cosas exteriores o interiores o carnales, procurando con toda diligencia despojarse de sí mismo y de todas las cosas de este mundo y vestirse de caridad e inflamarse en amor de Jesucristo, de tal manera que sea una misma cosa con él». Ibid ., 821, lin. 291-296. 41 Cf. Id ., «Carta 142. A un señor que había entrado en religión [D. Antonio de Córdoba] (16.VI.1552)», en Ibid. , IV, 492.

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