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Creación, desarrollo y restauración… 251 Un detalle que, aun ante la limitada documentación con que contamos queda claro, es la existencia de las cátedras de Prima y Vísperas. Así, en 1404, cuando el dominico Gonzalo de Alba soli- cita sustituto por encontrarse ocupado en la Corte de Enrique III, el Papa hace mención expresa de que éste leía en el Estudio sal- mantino a la hora de prima 21 . Parece importante hacer notar este detalle, frente a aquellos que considerarían que el no poder defi- nir un lugar preciso en las aulas del Estudio, sería lo mismo que reconocer la falta de organización de la Facultad de Teología que, se intuye precaria, pero bastante organizada. Precisamente por ello, cuando el dominico, en 1407, sea promovido a la Sede de Ba- dajoz, se le dará licencia para seguir regentando la cátedra por sí o por otro, hasta que se proveyera nuevamente 22 . La alternancia entre franciscanos y dominicos debió romper- se en algún momento, por lo que los minoritas verán agraviados sus derechos, recurriendo por ello al papa Luna. Lo que había sido una sana competencia y alternancia, que ayudaría a desa- rrollar los estudios de Teología debieron ir escorándose hacia intereses particulares, algo más palmario cuando una cátedra quedaba vacante. Para la solución del conflicto, Benedicto XIII, nombra una comisión compuesta por los obispos de León, Ávi- la y el abad de Sahagún. En estos conflictos de las Órdenes y su lucha por ocupar el papel más relevante, era lógico que el Papa no tomara partido, puesto que ambas servían a sus intereses. Y, con toda probabilidad, optar por una podría suponer automática- mente perder el apoyo de la otra. 3. L a primera legislación escrita del E studio Si las primeras Constituciones salmantinas conservadas, son las pontificias de 1411, en 1381 parece que el Legado pontificio Luna le concederá que, durante su estancia en el concilio de Constanza se le conserve la cátedra de Prima de Teología que regentaba en la Universi- dad. Véase Bulario , t. II, 86-87, n. 522. La cátedra venía concedida no por el propio Estudio o su automática provisión, sino por una intervención directa de Benedicto XIII. La injerencia por parte del partido de Aviñón, que cola- borará fuertemente con las Órdenes, era una ayuda indispensable para su expansión en el Orbe católico. Al mismo tiempo, su fidelidad servía de freno al poder de la Universidad de París, del Rey de Francia y del clero secular. Los hechos dan a entender que ambas partes salían beneficiadas. 21 Bulario , t. II, 589-590, n. 357 (Marsella, 15-8-1404). 22 Véase Bulario , 607, n. 388 (Marsella, 18-3-1407).
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