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Creación, desarrollo y restauración… 247 nos de su iglesia, y por los conservadores del Rey” 8 , entendiendo que el monto resultante de las mismas debía quedar depositado “en un arca de la catedral y con permiso del Obispo los conserva- dores dispondrían los repartos de salarios” 9 . Es el mismo sobera- no quien, fungiendo como protector y patrón de dicha institución, reconoce con los hechos la estrecha vinculación existente con la autoridad Pontificia, siendo el arzobispo de Compostela nombra- do para supervisar las rentas. En este contexto y dando muestra de su proyección univer- sal, el Concilio de Vienne (1311-1312), en su canon 24, mandaba fundar cátedras de hebreo, caldeo y árabe en el Estudio de la Cu- ria, en París, Oxford, Bolonia y Salamanca 10 , mostrando que las grandes preocupaciones de la época, como era el caso de las ac- tividades misionales ante judíos y mahometanos, venían ahora apoyadas por los centros de estudio más significativos de la Cris- tiandad Occidental, donde se ponía de manifiesto, su sentido y razón de ser también al servicio de la Iglesia. Otro momento de impulso y afianzamiento para la Alma Má- ter salmantina vendrá de la mano del pontífice Juan XXII. Ante la solicitud del rey Alfonso XI y de la universidad de doctores y escolares, el Pontífice concede al Maestrescuela de Salamanca la dignidad de Cancelario del Estudio, con la facultad de otorgar los grados académicos en nombre del Papa 11 . 2. C reación de la F acultad de T eología Una oportunidad singular para Salamanca, que se vincula a la concesión de Juan XXII, se presentará en el contexto del Cisma de Occidente, momento en el que el Derecho no será ya suficiente para alcanzar soluciones adecuadas, por lo que se buscarán otras alternativas. En 1381 llega a la Península Ibérica, Pedro Martínez 8  L. E. Rodríguez-San Pedro, La Universidad de Salamanca… , 23. 9  L. E. Rodríguez-San Pedro, La Universidad de Salamanca… , 23. 10  Véase Clem. 5,1,1. 11  No se puede olvidar que Juan XXII, había sido el organizador de la cancillería de Aviñón, para lo que contaba con su experiencia en la corte de los Anjou. Se trataba de un paso, especialmente significativo, que suponía la concesión de la “licentia ubique docendi”, tal y como gozaban de ella, desde el siglo XIII, París y Bolonia.

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