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274 Miguel Anxo Pena González de los Seminarios, así como los grados académicos de licencia- tura y doctorado, quedando la Teología en dichas instituciones limitada al grado de bachiller, e incorporando dichos estudios también para la obtención de grados. La medida era lógica y con- secuente por lo que, si hubiera ido acompañada de un verdadero método reformado de enseñanza, hubiera podido obtener unos resultados adecuados. No cabe duda que el contexto era mucho más complicado que lo que nosotros nos limitamos a reseñar. Así se puede ver, por ejemplo, cuando varios meses antes, el 22 de junio de 1855, Miguel Fuentes, Rector del Seminario, renuncia a su cargo, formalmente por motivos de enfermedad, aunque se ve claramente que ha sido forzado a ello. La situación se tranquilizaría un año más tarde, cuando el nuevo ministro, Seijas y Lozano promulgue un Real Decreto, del 24 de octubre de 1856, por el que dejaba sin efecto el anterior, restableciendo todas las pragmáticas que, desde 1852, se habían aplicado en cumplimiento del Concordato. Dicha orden no deja- ba de ser también un intento de equilibrio, lo que se pone de ma- nifiesto en su misma redacción cuando afirma: “a reserva de lo que determine con mayor examen y detenimiento, continúa en las Universidades, en que haya Facultad de Teología, la enseñan- za en ella, con arreglo a los planes y resoluciones vigentes”. Finalmente, el 21 de octubre de 1868, con el cambio político, el nuevo ministro de Fomento, Ruiz Zorrilla, suprimía definitiva- mente las Facultades de Teología. Por curioso que pueda parecer, tan sólo unos días antes, el 5 de octubre de 1868, había sido su- primido el Seminario de Salamanca, trasladando los estudios de Teología y Cánones a la Universidad Literaria de Salamanca. Se rompía así un fuerte vínculo en la Universidad salmantina, aquel que mantenía una estrecha relación entre Iglesia y Universidad. Un año más tarde, la Iglesia católica vivirá un nuevo Concilio, el Vaticano I (1869-1870), que será un refuerzo frente a las posturas liberales, y un afán por hacer visible, frente a los excesos anterio- res, la ortodoxia de doctrina, que desde España, se afronta mi- rando hacia Roma, y utilizando como vehículo de lenguaje a la teología escolástica. Pero si los hechos históricos nos ayudan a observar qué ocu- rre en el pensamiento, la conclusión en Salamanca será incues- tionable: la Universidad pasará a ser un estudio provinciano, limitado por el ámbito geográfico de la Castilla deprimida y po- bre, así como los recuerdos de una historia gloriosa. La Teología
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