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262 Miguel Anxo Pena González grupos humanistas que eran partidarios de un enfoque eminen- temente bíblico. La Academia, de manera oficial, no terminaba de ver muy claro la imposición del método tomista, por lo que aún en 1538 en los Estatutos de la Universidad vuelve a ordenar que se cum- pla en la Facultad de Teología la lectura de la línea respectiva. El dato es sumamente elocuente, al menos, para mostrar la depen- dencia que docentes y discentes volvían a tener de sus escuelas respectivas. Con todo, no cabe duda que los enfrentamientos ayu- daron a depurar el método teológico, al tiempo que obligaron a los maestros a un mayor esfuerzo de síntesis y comprensión. Es aquí donde precisamente creemos que ha de ser reconocido el valor único que supone su Tractatus de Iustitia et Iure que, antes de nada, es teología práctica proponiendo o consolidando una vía nueva, con una metodología propia, que va determinando un sa- ber y una ciencia independiente. Al mismo tiempo, la teología positiva comienza a ocupar un papel relevante en el marco salmantino, en el momento en que Melchor Cano asiste a las lecciones de Vitoria. La teología gana fuerza, por la renovación que supone el pensamiento de los auto- res llegados a Salamanca. Entre los logros de las décadas siguien- tes, nos encontramos con la contribución singular que supondrá la aportación de Cano. Si Soto es el propagador del pensamiento de Vitoria, éste es el teólogo intelectual que reformula el discurso y se centra en publicar un tratado de metodología teológica, con el que codifica las preocupaciones epistemológicas generaciona- les. Aunque no llegará a ver concluida su obra, supondrá una re- novación total y sin precedentes en la teología 41 . Su aportación está vinculada estrechamente al humanismo que se intuye en toda su producción literaria. Asume las apor- taciones sin cortapisas, dando plena cabida en su obra a la fi- losofía como lugar teológico, al mismo tiempo que expresa su disposición personal ante la lógica y la naciente tecnología. En su configuración de la obra, Cano es ya deudor de la necesidad de respuesta a un ambiente concreto, que no será otro que el im- puesto por Trento contra la Reforma; que se concreta en la nece- sidad de un método teológico firme y sin fisuras, que tuviera un 41  Véase V. Beltrán de Heredia, “Melchor Cano y la Universidad de Salamanca”, en Miscelánea Beltrán de Heredia , Salamanca 1972, t. II, 142.

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