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260 Miguel Anxo Pena González principales sistemas teológicos y una amplia seguridad doctrinal, que luego quedaría sancionada en Trento 36 . El gran acierto de Vitoria no se encontraba exclusivamente en la repetición de aquello que ya se hacía en París y que, con bastante probabilidad, tenía también en Glasgow claros antece- dentes, por medio de John Mair, sino en hacer de los problemas más acuciantes de su momento histórico una realidad y aconte- cimiento del que la teología había de ocuparse y a la cual dar una respuesta coherente para la sociedad y los hombres 37 . Era una nueva manera de concebir la realidad del hombre, un ser huma- no que estaba en estrecha relación con la teología, como cien- cia suprema y más importante en las aulas universitarias, pero una teología que, bebiendo de las sustanciosas aguas del huma- nismo, entendía ésta como una ciencia abierta, dinámica y de ac- tualización política, conciliando perfectamente la investigación de carácter más positivo con las posibilidades que aportaban la recuperación de las lenguas clásicas, complemento para una teo- logía donde ya abundaba lo especulativo 38 . Vitoria se detiene en comentar del Aquinate, precisamente la I - II y la II - II , donde el argumento es eminentemente práctico y jurídico 39 . Aunque la fuerza recaía sobre el tomismo, éste no se imponía de manera tajante, sino que tenía un carácter especial- mente dialogal, que se ponía en estrecha relación con la línea de acción emprendida por la teología en las aulas salmantinas el siglo anterior. Al mismo tiempo prestará especial atención a los temas que preocupaban a la sociedad, desplegando toda una sabia nueva. Entre esos temas se encontraba el derecho de gen- tes, el derecho internacional, la potestad civil y eclesiástica, las cuestiones morales, el problema de la guerra, de los indios, el co- 36 Ibid . 37  Véase R. García Villoslada, La Universidad de París durante los estudios de Francisco de Vitoria , OP (1507-1522), Roma 1938, 64-71. 38  Vitoria, como cualquier autor, no surge de la nada, sino que tiene unos maestros y unas fuentes, que ayudan a desarrollar y ampliar su mente, para dar respuesta a las cuestiones teológicas que se le plantean. Es deu- dor de su maestro Peter Crockaert, ya que en 1512 el Bruselense le invita a colaborar con él en la edición de la II-II de Santo Tomás. Pero, en él están también presentes maestros como John Mair, John Fisher, Josse Clichtove, Jacques Lef vre d’Étaples, Johannes Eck. 39  Véase M. A. Pena González, La “Escuela de Salamanca”. De la Monarquía hispánica al Orbe católico , Madrid 2009, 34-38.

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