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367 Lo más significativo estriba en considerar la guerra como santa, en la medida en que venía promovida por Dios. En este sentido, sin ánimo de detener- nos en estas ideas, es suficiente con proponer el ejemplo de la visión de Josué, que aparece como un hombre con la espada desenvainada, el «jefe del ejército de Yahveh» (Josué, 5 , 14 ), que tiene conciencia de que ha sido Dios mismo quien le ha señalado las instrucciones precisas para conquistar la ciudad. La imagen de Dios como guerrero hundía sus raíces en la cultura mesopotámica, donde ya aparecía como figura común la divinidad luchando con su pueblo, mostrando así su fuerza sobrenatural; algo que recoge la imagen del Arca de la Alianza, como representación de la divinidad en el campo de batalla. Por si esto fuera poco, la guerra divina se llegará a identificar como rea- lidad histórica. Así, cada batalla histórica aparece como parte de un conflicto más amplio. En la cual, la victoria de Dios ha de ser absoluta, como garantía y seguridad del pueblo, contra toda forma de acomodación. La guerra de Dios no dejaba de ser un camino hacia la justicia, pero con el surgimiento de la apocalíptica la guerra pasa a ser un acontecimiento atemporal, que no tenía porqué ser real o histórico. Por su parte, la visión propuesta por el Nuevo Testamento, se mueve en un lenguaje ambivalente, pero quizás lo que más llama la atención es la pro- puesta del libro del Apocalipsis, donde la guerra aparece superada o vencida por medio de la guerra, donde la batalla final está estrechamente vinculada al juicio final. Se trata, en definitiva, de juzgar y combatir con justicia (Apocalip- sis 19 , 11 ), proponiendo la justa guerra de Dios. Posteriormente se desarrolla un mensaje netamente pacifista, en el que se renuncia de forma expresa al uso de la fuerza, proponiendo una vida basada en el amor y la paz, a partir de la misma vida de Jesús, ilustrando así el rechazo de la violencia. 8 Podíamos decir que el rasgo que definía el comportamiento y la aspira- ción de los cristianos era la paz. Pero, no cabe duda, que ésta también tenía una interpretación teológica. Así se explica su actitud ante las persecuciones y una total ausencia de compromiso político con el Estado, pues se entendía que representaba los valores contrarios a los de la comunidad. En el siglo iii comienzan a aparecer los primeros testimonios de la presencia de los cristia- nos en las legiones romanas, siendo cada vez más frecuentes las referencias a militares cristianos y, aunque seguirá habiendo rechazo, ya no se prohibirá explícitamente la profesión de las armas. 9 8 Cfr. Roland H. Bainton, Chistian Attitudes toward War and Peace , Abingdon Press, New York, 1960 ; Joseph Joblin, La Iglesia y la guerra. Conciencia, violencia y poder , Herder, Barcelona, 1990 . 9 Cfr. Carl Erdmann, The Origin of the Idea of Crusade , Princeton University Press, Prince- ton, 1977 , pp. 4 - 5 . el derecho de guerra justa en la «escuela de salamanca»
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