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375 Aunque la disciplina monástica utilizó frecuentemente estas imágenes llenas de unción, el mundo de la caballería siguió tomando fuerza y expresividad, lo que se refleja particularmente en el hecho de que los santos guerreros, que habían alcanzado la corona del martirio después de abandonar las armas, se propondrán como protectores de los caballeros cristianos que luchaban contra los paganos. La literatura medieval, especialmente la de caballería, reflejará cómo también los guerreros son mártires y santos a raíz de su participación en la milicia, rompiendo con el modelo pacifista y consolador. Para los milites , la salvación eterna desde su propio lugar en la sociedad resultaba especialmente difícil, por lo que muchos optarán por la renuncia al mundo de la guerra. El detalle es particularmente interesante puesto que refleja la autoconciencia de que su actividad habitual –la bélica– y su profesión –las armas– los determinaban a la condenación eterna. Aun cuando la figura de san Bernardo influirá significativamente en la cristianización de los ideales guerreros seguirá también presente la idea del arrepentimiento y la conver- sión, que se verá superada con la sacralización del mundo bélico. 22 3 . 1 . La aportación del Derecho Canónico . Esta nueva sensibilidad se plasmará pronto en el Derecho Canónico, que estaba también determinado por el sis- tema feudal, construido a partir de los fragmentos del Imperio. En la sociedad de este momento se produce la evolución de una lectura doble ya fuera paci- BAC, Madrid, 1983 , pp. 494 - 543 . Por su parte, el Crisóstomo consideraba que el monje mantenía una batalla más dura, pues a él correspondía luchar contra los demonios, a diferencia de los reyes que lo hacían con los bárbaros. La del monje era una lucha por Dios, desinteresada, frente a la del rey que lo hacía para obtener un botín concreto o por ansias de poder. Cfr. S. Juan Crisóstomo, Ad illuminandos. Catechesis II (PG 49 , 258 ). 22 El mismo S. Bernardo, al dirigirse a ellos y proponerles la imbricación entre milicia y vida monástica les dirá: «Cuantas veces entras en combate, tú que militas en las filas de un ejército exclusivamente secular, deberían espantarte dos cosas: matar al enemigo corporalmente y matarte a ti mismo espiritualmente, o que él pueda matarte a ti en cuerpo y alma ... Si tú deseas matar al otro y él te mata a ti, mueres como si fueras un homicida. Si ganas la batalla pero matas a alguien con el deseo de humillarle o vengarte, seguirás viviendo, pero quedas como un homicida, y ni muerto ni vivo, ni vencedor ni vencido, merece la pena ser un homicida. Mezquina victoria la que, para vencer a otro hombre, te exige que sucumbas antes frente a una inmoralidad». S. Bernardo, «Libro sobre las glorias de la nueva milicia. A los caballeros templarios», en Id., Obras Completas. I. Introducción general y Tratados ( 1 º) , BAC, Madrid, 1983 , p. 501 . La conciencia general era que los caballeros eran homicidas, lo que se desprende también del escrito del Doctor de la Iglesia: «... porque eso os lleva al combate con grandes ansiedades de conciencia, es que unas guerras tan mortíferas se justifican con razones muy engañosas y muy poco serias. Pues de ordinario lo que suele inducir a la guerra –a no ser en vuestro caso– hasta provocar el combate es siempre pasión de iras incontroladas, el afán de vanagloria o la avaricia de conquistar territorios ajenos. Y estos motivos no son suficientes para poder mater o exponerse a la muerte con una conciencia tranquila». S. Bernardo, p. 503 . el derecho de guerra justa en la «escuela de salamanca»
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