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62 MIGUEL ANXO PENA GONZÁLEZ Afirmar esto, y comprenderlo en toda su amplitud, supone también el que una serie de leyes concretas no están pensadas de manera negativa, aunque así sean formuladas. Esto es simplemente un sistema pedagógico, que intenta que su comprensión sea asequible para una sociedad concreta. Lo importante de dichas leyes, por tanto, es el hombre que se encuentra como referente e interlo cutor directo de las mismas, a las que se debe responder personalmente. También la experiencia concreta, nos puede servir de iluminación, por lo que tomamos unos versículos que nos parecen elocuentes: “No levantes falso, ni ayudes al malvado dando testimonio injusto. No sigas a la mayoría para hacer el mal; ni te inclines en un proceso por la mayoría en contra de la jus ticia. Tampoco favorecerás al pobre en su pleito. Si encuentras el buey de tu enemigo o su asno extraviado, se lo llevarás. Si ves caído bajo la carga del asno del que te aborrece, no rehúses tu ayuda. Acude a ayudarle. No tuerzas el derecho de tu pobre en su pleito. Aléjate de causas mentirosas, no quites la vida al inocente y justo; y no absuelvas al malvado. No recibas regalos; porque el regalo ciega a los perspicaces y pervierte las causas justas. No oprimas al forastero; ya sabéis lo que es ser forastero, porque forasteros fuis teis vosotros en la tierra de Egipto” (Ex 23,1-9). Estoy convencido que, esta manera de presentar la cuestión, parte de una visión positiva del propio hombre, que será capaz de superar sus límites, en la medida que confíe también en los demás seres humanos. Esfuerzo que será más fácil cuando éste vaya acompañado de la fe. Supone, desde esta concep ción, una manera de comprender al hombre, lo que siempre es una necesidad. 2.3. El compromiso solidario Sin lugar a dudas, quizás el valor más visible, por ser también el que res ponde con mayor claridad a una necesidad primaria del ser humano, es la solida ridad. Si entendemos que dicho valor ha de estar presente en todo hombre, tam bién nos parece que, desde el ámbito religioso es más fácil fortalecerlo o hacerlo visible. En primer lugar, hacia aquellos que creen lo mismo que nosotros cree mos. En este sentido, no cabe duda que considerar al otro como hermano no resultará muy complicado. Sólo será necesario superar unas barreras elementa les que, a partir de cierta formación cultural podríamos considerar que está ase gurada. Hacia los otros, el que no tiene las mismas creencias, desde una actitud abierta, tampoco resultará muy difícil aceptarle y valorarle en integridad6. 6 Ya habíamos señalado anteriormente, algunas cuestiones a este respecto, cf. M.A. PENA GoNzÁLEz, Diálogo o choque de civilizaciones”, en M.A. PENA GoNzÁLEz — A. GALINDO GARciA (eds.), Inmigración y Universidad. Acogida de! inmigrante desde el ámbito universitario español, Publicacio nes Universidad Pontificia de Salamanca, Salamanca 2005, 125-141.

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