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UNA EMIGRACIÓN CON VALORES: EL APORTE DE LA FE 61 que es bueno o malo, de organizarlo en códigos éticos y morales, de los que tendremos una consideración también en razón de nuestra propia cultura. Por lo mismo, parece claro que hemos de cambiar el prisma e intentar encontrar una fuente común. Creemos que esta se encuentra en la ley natural, aquella que, como el ave fénix, siendo constantemente rechazada y atacada, desde muy diversos campos científicos, finalmente renace de sus propias cenizas, presentándose como una búsqueda de equilibrio y de valor que pueda ser aceptada por personas que creen y viven de maneras muy diferentes en una misma sociedad. La ley natural, en este sentido, supone el no poder ir contra el propio hombre, contra su propio mundo, contra aquello que nos pertenece a todos y de lo que todos hemos de ser responsables... No nos importa el nombre que le demos, puesto que somos cons cientes que éste puede ser rechazado por un sector de la sociedad, nos valdría cualquiera capaz de presentar una visión suficientemente amplia; ¿podríamos hablar mejor de un código ético común? No es el problema siempre que seamos capaces de conjugarlo con las propias creencias, entendiendo que ambos ele mentos son necesarios para nuestro crecimiento común. Es por lo mismo, un con vencimiento de que el auténtico y profundo sentido ético y moral que acompaña a una determinada cultura, no es simplemente algo individual, sino que tiene una fuerte resonancia y perspectiva comunitaria. Así lo entiende también el profesor Flecha Andrés que, precisamente, hablando del problema migratorio y lo religioso afirma: “Nuestra sociedad plural y pluralista reconoce de buena gana los derechos de los grupos minoritarios. Pero toda comunidad necesita reivindicar unos deter minados parámetros éticos y sociales que evidencien su fisonomía cultural, que hagan posible la convivencia y articulen y fortalezcan su cohesión política”5. No cabe duda que, también en el libro del Éxodo tenemos una presenta ción clara de esta ley natural. Aquella que el pueblo de Israel creía que debía seguir y respetar, y que, progresivamente se irá concretando también en otro tipo de normas precisas, que hacían referencia no sólo a los israelitas, si no también a cómo estos debían relacionarse con el resto de los hombres o, si que remos de manera más concreta, con los egipcios. De esta manera, y leídos en su contexto, los capítulos 20 al 24 del libro del Éxodo se convierten en un ejem plo más de una vida que respeta unas claves fundamentales y anteriores a los intereses del propio clan y grupo, que permiten además una relación con los hombres y las cosas, entendiendo además la realidad finita de todo ser humano. J.R. FLEcHA ANDRÉs, ‘Encuentro interreligioso y defensa de la vida”, en J. RAMOS DOMINGO (coord.), Hacia una Europa multicultural. E/reto de /as migraciones, Publicaciones Universidad Pon tificia de Salamanca, Salamanca 2002, 166. Más adelante afirmará: “La sociedad secular pretende a veces acallar esas voces y esos sentimientos. Pero no va a ser fácil prescindir totalmente de las referencias religiosas. Por tanto, será preciso imaginar foros y condiciones para un diálogo interreli gloso sobre las cuestiones relativas a la ética de la vida humana”. Ibid., 179.

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