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UNA EMIGRACIÓN CON VALORES: EL APORTE DE LA FE 59 2. LA FE Y LOS VALORES En este sentido, parece necesario comenzar mostrando, de manera gené rica, que la fe aporta valores a la sociedad con la que cohabita y, si no fuera de esta manera, el servicio que presta a la misma sería muy limitado y no respon dería a su propia esencia. Es más, tendría la obligación de hacer superar ese tipo de situaciones que no ayudan a un verdadero crecimiento y desarrollo. Para el emigrante, igual que para el pueblo elegido, la fe ayuda a asumir las dificultades y los límites que tiene delante. La fe, elemento que forma parte intrín seca de su propia cultura, le ayuda a tener confianza en sí mismo, puesto que hay alguien o algo más grande que él que acompaña sus pasos, al tiempo que cuida de los suyos. De esta manera, una situación de gran precariedad se con vierte en algo que puede ser afrontado, en una asunción épica de los riesgos. Creemos que esta experiencia es propia de cualquier religión, al margen de las creencias que la acompañen, donde una serie de valores los podemos encontrar en la gran mayoría de ellas. Por lo mismo, ante el mundo tan dividido en el que vivimos, donde las diferencias religiosas comienzan a ser una clara difi cultad para la convivencia, más que una experiencia de respeto mutuo, parece necesario comenzar por mostrar esos valores comunes, antes que dar al paso a otro tipo de características más particulares de una u otra religión concreta. 2.1. El pluralismo religioso En ese sentido, es precisamente el pluralismo religioso uno de los elemen tos que primero han de ser tenidos en cuenta. No parece posible que nos poda mos conocer a nosotros mismos, ni a nuestra religión, si realmente no conoce mos la de los demás. No se trata de convertirlo todo en un sincretismo religioso, sino al contrario, saber valorar también las experiencias de los otros, de tal manera que podamos descubrir las nuestras, como propias y en toda su profun didad. En este sentido, el pluralismo religioso se convierte en una llamada a descubrir y valorar la propia identidad. Quizás podríamos decir más. La primera llamada de atención que ofrece el pluralismo religioso no va dirigida hacia los emigrantes, sino hacia la cultura socio-religiosa de un determinado lugar, en el que los habitantes de toda la vida, cada vez es más frecuente que desconozcan esa experiencia y, por lo mismo, la minusvaloren o la consideren como un resi duo del pasado o fruto de una cultura decadente4, por lo que ni siquiera son capaces de encontrar ámbitos para un pósible diálogo. Cf. P. P0uPARD, De la tolerancia al respeto mutuo; para un nuevo humanismo pleno, en Id., Culturas y fe. Iglesia y diversidad cultural, Edicep, Valencia 2004, 215-230.

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