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56 MIGUELANXO PENA GONZÁLEZ 1. LA EXPERIENCIA DE UN PUEBLO No cabe duda que todas las culturas tienen sus modelos de comporta miento y sus lugares de referencia social, aquellos que les han dado una identi dad y manera de ser particular. Aquellos que han permitido que crezcan y se desarrollen de una manera determinada. Al mismo tiempo, la propia experiencia del hombre, en sus momentos fundantes, en la costumbre concreta de un pue blo y la expresión de la fe en el mismo, es normal que pase por etapas difíciles donde el sufrimiento se hace un espinoso y constante compañero de camino. Si tomamos como modelo, en la cultura occidental, la experiencia del pue blo elegido en el libro del Éxodo, ese magnífico relato de la lucha y fuerza de voluntad de un pueblo, vemos que las cosas no son fáciles. Que el sufrimiento se convierte en una constante, aun cuando se comienza con mucha ilusión y empeño. No es tampoco necesario adornar los pasos que hemos de dar de acontecimientos sobrenaturales, capaces de llenarnos de fuerza y voluntad para seguir caminando, ver que Dios está de nuestra parte1. Pero, en este sentido, tanto en el relato bíblico como en las experiencias de nuestro presente, contamos con la evidencia de que ese paso singular, —el salir de nuestra tierra— obedece a una circunstancia previa: el no poder hacer frente a todo lo necesario para vivir, para crecer, aunque sea en los niveles más limitados de dignidad. El pueblo de Israel se pone en camino porque la opresión no les permite soportar más dicha situación. De igual manera, el ingente volumen de migrantes de nuestro presente se ponen en camino ante la experiencia de vivir en un contexto donde ni siquiera hay espacio ya para la esperanza. Considero que este detalle no puede ser nunca olvidado, puesto que nos podría llevar a una gran indiferencia ante una de las realidades más acuciantes de nuestro presente, de tal manera que el emigrante también es persona. El abordar de esta manera la situación puede permitir que no veamos al que llega de manera hostil, como un simple competidor en una carrera de obstá culos para obtener un puesto de trabajo más beneficioso o lucrativo, sino que nos hará más conscientes ante la necesidad del migrante, hombre limitado de recursos y posibilidades que busca vivir y llenar su vida de esperanza. El relato del Éxodo, que viene cargado de experiencia, también nos habla de qué es lo que lleva consigo el pueblo, o si queremos, el individuo. Material mente, es muy poco lo que le acompaña, puesto que las circunstancias del desierto no lo permitían2. Por lo mismo, se vale simplemente de lo esencial para Para una lectura más orgánica del fenómeno migratorio, a la luz del Antiguo Testamento, cf. N. CAcDucH, Lectura teológica del fenómeno migratorio en el Antiguo Testamento’, en J. RAMos DOMINGO (coord.), Hacia una Europa multicultural. El reto de las migraciones, Publicaciones Univer sidad Pontificia de Salamanca, Salamanca 2002, 205-223. 2 En este sentido, es suficiente acercarse al relato, en el que el pueblo muestra ya su des confianza ante Moisés y Aarón: Toda la comunidad de los israelitas empezó a murmurar contra

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