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UNA EMIGRACIÓN CON VALORES: EL APORTE DE LA FE 69 por lo mismo, más fuerte, el choque social se convierte en más patente. Tampoco se trata de rechazar todo tipo de prácticas o de costumbres, pero no cabe duda que algunas no pueden ser aceptadas, puesto que supone la renuncia de unos valores sociales logrados y reconocidos durante largo tiempo. Intentemos ilumi nar lo que estamos diciendo a partir de algunos ejemplos. En este sentido quere mos señalar que no se trata de atacar a ningún tipo de creencias, ni siquiera de prácticas, ni tampoco valerse de los eternos tópicos sociales, sino de intentar abrir un diálogo de cara a una integración social, que no resulte violenta o agre siva, puesto que los principios fundamentales han quedado ya asentados. El tema de la mujer. Lo entendemos fundamentalmente en dos sentidos: como sujeto de derechos y deberes que, desde su propia identidad, no puede ser propuesto como un ser inferior al hombre y por lo mismo encargarse ella exclusivamente de una serie de tareas o de comportamientos sociales; en segundo lugar, la concreción de esa identidad en la organización socio-familiar, que se materializa en un contrato de matrimonio, donde desde nuestra mentali dad no es posible la bigamia, puesto que esa misma práctica está generando diferencias y dificultades de convivencia. El rechazo del que no cree de igual manera. Quizás este detalle resulte mucho más difícil de precisar, pero también, por lo mismo, es un elemento que considera mos de crucial importancia. Llama la atención cómo, en lugares donde la situación económica es precaria, cuando las instituciones católicas ayudan a toda la socie dad, intentando subsanar primero de todo la hambruna, los musulmanes llegan a reconocer que eso lo hacen por debilidad de sus creyentes y de las mismas creen cias que profesan. Este tipo de actitudes, no cabe duda que, lejos de facilitar un diá logo se convierten en una brecha mayor, que imposibilita la integración14. 14 En este sentido, fue sumamente elocuente la intervención de Giuseppe Germano Bernar dini, OFMCap, arzobispo de lzmir, en el Sínodo de Obispos, el 13 de octubre de 1999, aunque el texto es un poco largo su testimonio resulta sumamente elocuente. Nos parece todavía más signifi cativo, puesto que es anterior a la división y fragmentación más radical, que tiene como fecha identi ficadora el 11 de septiembre de 2001: Desde hace cuarenta y dos años vivo en Turquía, país musulmán en un 99,9% y soy arzo bispo de lzmir —Asia Menor— desde hace dieciséis años. El argumento de mi intervención es, por lo tanto, deducido. Agradezco a Monseñor Pelátre y a quien ya habló sobre el tema en esta prestigiosa reunión, dispensándome así de largos exámenes y de las relativas interpretaciones. Mi intervención tiene por objetivo, principalmente, dirigir al Santo Padre una humilde petición. Para ser breve y claro, antes relataré tres casos que, dada su procedencia, considero que realmente han ocurrido. 1. Durante un encuentro oficial sobre el diálogo islámico-cristiano, un reconocido perso naje musulmán, dirigiéndose a los participantes cristianos, dijo en un cierto momento con calma y seguridad: «Gracias a vuestras leyes democráticas os invadiremos; gracias a vuestras leyes religio sas os dominaremos». Este relato debe creerse ya que el «dominio» ya ha comenzado con los petrodólares utiliza dos, no para crear trabajo en los países pobres del Norte de África o del Medio Oriente, sino pata cons truir mezquitas y centros culturales en los países cristianos de inmigración islámica, incluida Roma, centro de la cristiandad. ¿Cómo no ver en todo esto un claro programa de expansión y reconquista?

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