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lo que representa o configura. Indudablemente para que el símbolo pueda ser comprendido también será necesario una educación y una adecuada mirada de aquellos que contemplan… algo a lo que no solemos prestar mucha dedicación. Por lo mismo, desde la llamada universal a la evangelización, la Iglesia no puede tampoco olvidar la teatralidad efectista, expresable de múltiples maneras. Piénsese, v.gr. en la simbología del color. El ideal aristotélico de la virtud, enten- dida como punto equidistante entre dos extremos, y que alcanzó una gran influen- cia a la hora de considerar a alguien realmente hermoso, situándose entre la palidez y el enrojecimiento. Durante mucho tiempo, cuanto más oscura, apaga- da y sin brillo era una cosa, más fea resultaba a la vista. Así mismo, un elemen- to podía ser considerado más noble, en razón de su capacidad para refulgir. El color no es, por tanto, un simple recurso estético, sino también una fuerte conno- tación simbólica. Así se refleja, v.gr . en la mesa de Los siete pecados capitales de El Bosco, donde el fondo de las escenas tiene un color amarillo verdoso 5 . A la base estaba el contraste entre el oro –aspecto benéfico del amarillo– y otras tonalidades, en las que se centraban fundamentalmente las connotaciones nega- tivas… De igual manera ocurre con los rojos, que van desde el rojo fuego hasta el rojo sangre… todo un lenguaje simbólico potentísimo, y que los artistas tam- bién hoy tienen presentes, desde una percepción particular y propia y que hemos de aprender a leer. En este sentido, las normas derivadas del Concilio de Trento, con toda la serie de limitaciones y libertades que se produjeron en su aplicación, establecieron las bases para articular una unidad de criterios en los fines y funcio- nes del arte al servicio de la Iglesia, lo que no ha de coartar en modo alguno la libertad serena para intentar hacer más comprensible a todos el mensaje de la salvación. La religión necesita del arte para la creación de sus elementos rituales. Y, de igual manera, la emoción religiosa no ritual necesita expresarse. El arte, al mismo tiempo supone, como esencia, la expresión comunitaria. La expresión comunitaria del sentimiento religioso del hombre. Desgraciadamente, con el paso del tiempo, arte y religión comenzaron a separarse, aunque lo religioso siguió siendo una de las manifestaciones más importantes del arte. Hoy toca intentar que ambos se vuelvan a encontrar, aunque con expresiones y formas diferentes, que sean capaces de dialogar y comunicarnos un mensaje que nos trasciende de la propia realidad en la que vivimos. 154 Miguel Anxo Pena González 5 Cf. I. G. Bango Torviso-F. Marías, Bosch. Realidad, símbolo y fantasía , Madrid, Silex Ediciones, 1982.

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