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«Es una responsabilidad seria de la Iglesia, primero, encargar sus obras a verdaderos creadores, que no necesariamente coincide siempre con los más famosos, y segundo, en tanto que éstos no cometan errores manifiestos en cuan- to a la interpretación teológica de la obra, permitir total libertad creativa a dichos artistas. Sólo de esta forma se puede conseguir que siendo fiel al Espíritu en el contenido, al mismo tiempo su expresión plástica sea la adecuada a la sensibili- dad y a la cultura del momento» 14 . 5. L OS RETOS ABIERTOS Por último, señalamos aquellos retos que sustentan y surgen de estas breves intuiciones que aquí hemos querido comentar. 1. La necesidad de un serio conocimiento teológico, que supone el reto de formar a nuestras gentes, para que puedan captar un mensaje en toda su riqueza y amplitud de formas posibles. 2. Superar lo estrictamente instrumental y el cuestionamiento a partir de aquello que no sea explicable a partir de la razón. El arte debe volver a ser un lenguaje del pueblo y no exclusivamente de eruditos, volviendo a la vida de las gentes y no a los simples museos. 3. Lograr que el arte y la religión se vuelvan a reunir, que entablen un diá- logo abierto. El templo como lugar que se transforma de manera perma- nente, que comunica en todo momento. Para ello, es necesario que la Iglesia supere sus prejuicios hacia el arte moderno, viéndolo como algo incomprensible y rebelde. Realidad que no sólo siente la Iglesia. Ésta deberá superar, también, la expresión externa de sus tradiciones, así como el arte contemporáneo se ha de liberar de una mirada permanen- te al presente y futuro, a lo nuevo. 4. El arte, desde una visión de fe, se convierte en una oportunidad singu- lar para transmitir un mensaje, es una gran escuela de la tolerancia, del respeto, de la libertad, de la posibilidad de asombrarse y llegar a ver más allá que lo que nos permiten los propios ojos. Evangelizar con el arte 159 14 Ibid .

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