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Esto no quiere decir que el arte sea interpretable o medible simplemente en una única línea o manera, ya que el valor de las obras de arte no es homogé- neo; unas son de mayor calidad que otras, pero todas ellas tienen un valor esté- tico y un contenido simbólico que dice referencia al motivo que se representa. Hoy, sigue siendo una realidad, como ha ocurrido tradicionalmente con las vidrieras, que parte de la iconografía que acompaña nuestros espacios sagrados está suspendida, al margen del espacio arquitectónico, cultural y social en que se encuentra. Es difícil transmitir un mensaje cuando éste no está en relación con el entorno que le rodea… Algunos autores que se han dedicado al arte religioso han señalado que su preocupación se orienta hacia el arte sagrado, distinguiéndolo del religioso; haciendo ver que el sagrado es algo más que abordar un tema religioso, sino que intenta acercarnos a la razón última, ¿podríamos citar a Tàpies? El arte sagrado es aquel que no sólo es capaz de cautivar por una expresión artística, sino que al mismo tiempo es capaz de emocionar, de producir en nosotros unos sentimientos concretos. Por eso mismo, el arte sagrado va más allá del arte reli- gioso y en obras de carácter profano podemos, también, encontrar un hondo valor que nos acerca a lo trascendente. No cabe duda que esto complica toda- vía más las cosas, pero nos pone una vez más en diálogo y comunicación con los hombres de nuestro tiempo. De ahí también que, según algunos, la abstrac- ción de la pintura permita la reflexión interior. El arte religioso tiene necesidad, y no sólo capacidad, de emocionar a quien lo contempla. El arte, para ser tal, desde una visión de fe, no puede perder la necesaria profundidad, distanciándo- se de esta manera del riesgo tan frecuente, que es casi una moda, de compren- der el arte como un sinrazón. Según el pintor Francisco Campos, para que el arte religioso sea veraz y pueda realmente transmitir un mensaje en toda su profundidad «es más importan- te para hacer arte religioso ser un artista comprometido profundamente con la cre- ación, que ser un artista piadoso comprometido religiosamente» 13 . Generalmente nosotros optamos por la segunda forma, con lo que nos quedamos, en cierta medida, con formas que ya no son capaces de transmitir toda la profundidad de un mensaje. En este sentido, el mismo Campos en dicho artículo señala que: 158 Miguel Anxo Pena González 13 F. Campos, «Arte y Religión, el enfoque del pintor», en Ars Sacra , n. 6 (1998) 46. En otras palabras, pero con una parecida sensibilidad Antonio Oteiza considera que «cuando viene a coincidir el talento estético del individuo con un ambiente religiosamente propicio, la obra surge con naturalidad y se manifiesta religiosa; en ella se descubre la autenticidad; el artista y lo evangélico se identifican por la bondad y la verdad que desprende la figura de Cristo». A. Oteiza, El arte evan- gélico y otros ensayos , 277.

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