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I. Evangelizar con el arte M IGUEL A NXO P ENA G ONZÁLEZ Universidad Pontificia de Salamanca I NTRODUCCIÓN En los tiempos que corren no es fácil encontrar métodos adecuados y reno- vados de evangelización, pero lo que es indudable es que el cristianismo, desde épocas muy tempranas, ha querido integrar el arte como un elemento de primer orden con vistas al culto, intuyendo en él una adecuada y precisa manera de expresar un lenguaje inherente al ser humano, que no es otro que la vinculación con lo sagrado. Lenguaje que, por otra parte, es fundamentalmente interno a la propia persona. La razón más profunda se encuentra en el hecho de que el men- saje del Evangelio va dirigido de manera abierta a todos los hombres, sin crear dicotomías en él; lo que explica que, ya de manera muy temprana, la Iglesia no sólo se preocupara por la integración del arte en su propio ser, sino que, al mismo tiempo, lo convirtiera en tema de reflexión y de atenta sensibilidad. Esta comprensión de conjunto indica, además, la necesidad expresa, para que el arte sea un medio adecuado de evangelización, que mantenga y expre- se una lectura integral e integradora de todos los elementos y símbolos que entran en juego en el espacio sagrado. No se trata de contraponer una visión religiosa –cúltica– a una visión laica –turística–, algo que ha sucedido y sigue sucediendo en los últimos lustros; tampoco se trata de hacer recreaciones, etnografía o arqueología visual; se trata de la adecuada combinación de elementos que per- mitan, al tiempo que se contempla un espacio o una obra de arte, crear y gene- rar los sentimientos adecuados a ese fin… es decir, posibilitar al hombre la comunicación y el diálogo con la trascendencia. Llegar a captar lo que la antro- pología ha ido expresando desde un lenguaje eminentemente intelectual y que, desde el arte, cobra una sensibilidad fundamentalmente intuitiva.

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