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LA «ESCUELA DE SALAMANCA»: UN CONTEXTO SINGULAR 19 delimitar qué es la «Escuela de Salamanca», de no descuidar o infravalorar un núcleo común de pensamiento, en el que también estarán juristas, figuras de primera línea como es el caso de Martín de Azpilcueta. Por lo mismo, el resurgir de la ciencia en la Universidad de Salamanca supone el desarrollo simultáneo del dogma, la moral, el derecho canónico y civil, el ascetismo, la espiritualidad, la exégesis y todo ello, contando con verdaderos maestros que ocuparán un lugar relevante en la historia posterior. De esta mane- ra, no se puede identificar la Escuela de manera reduccionista y haciendo refe- rencia a un lugar y con un iniciador concreto, sino que entran en juego elementos diversos y todos de considerable importancia. En este sentido, no es fácil negar la importancia que han tenido, junto a personajes que estudiaron en Salamanca, otros que siendo singularísimos en el contexto hispánico-católico, no pasaron por las aulas salmantinas, pero permean idéntica sensibilidad e intereses. Es preciso, en este sentido, saber cuál es el motivo que hace de este momento algo singular y sin parangón con otras épocas. Uno de los detalles que parece tener cierta trascendencia es el equilibrio de la ciencia teológica con la que se moverán estos primeros maestros. Se trata de una búsqueda pensada de nuevos caminos. Aprovechan aquellos elementos que han recibido en su formación y los ponen al servicio de la teología, combinándolos y administrándolos con verdadera eficacia científica. Manejando además, a un mismo tiempo, elementos propios y caracte- rísticos de un carácter fuertemente teológico-científico y otros con un marcado contexto pedagógico o humanístico. Se trata de una formación que se conjuga desde sus múltiples posibilidades. Por otra parte, estos autores, en su inmensa mayoría son hombres de un sentido amplio, tanto por los lugares en los que se han formado y vivido, como por el desplazamiento constante a que se han visto sometidos, convirtiendo todo ello en un enriquecimiento fructífero y totalmente desconocido hasta el presente momento. En este sentido, como afirmara ya, Alo- nso Getino, “entre los discípulos de Vitoria no hubo sólo grandes teólogos, como Cano y Ledesma, sino también eminentes canonistas, juristas, políticos, economis- tas, arqueólogos, historiadores, escriturarios, filólogos, filósofos, controversistas, literatos. Un aire de renovación, de especialización, de cultura intensiva invadió las aulas salmantinas y la nación y el mundo sujeto a su influencia” . A ello había ayudado fuertemente el afán de la Universidad por atraer a sus generales los mejores profesores del momento, poniendo para ello los medios oportunos, de tal suerte que la evocación de Salamanca supusiera una identifica- ción con nombres concretos como eran los de Francisco de Vitoria o Martín de Azpilcueta. Lógicamente, al contar los maestros con un amplio bagaje cultural, se abría un número ínsospechado de posibilidades, que usufructuaban en el L. A lonso G etino , El Maestro Fr. Francisco de Vitoria. Su vida, su doctrina e influencia , Madrid, Imprenta Católica, 1930, p. 261.
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