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14 MIGUELANXO PENA GONZÁLEZ La expresión «Teología positiva» había sido utilizada por John Mair en contraposición a la Teología escolástica y como freno también contra los teó- logos que se dejaban adornar por la dialéctica, abriéndose así a un método ecléctico, que se aprovecha de todo lo bueno que tiene en su entorno. Desde el comienzo de su comentario a las Sentencias , consideraba el carácter práctico de la Teología, otorgando toda la primacía a la Sagrada Escritura, como fuente originaria de la ciencia teológica. De esta manera, y en el respeto a la Tradición, sería posible mejorar el método y descubrir nuevas aplicaciones de los princi- pios eternos, teniendo además presentes los nuevos descubrimientos científicos que iban teniendo lugar. Mair caerá además en la cuenta, de que al teólogo se presentaban fuertes dilemas morales, que no habían tenido lugar antes, y a los que éste debía dar una respuesta. Era el caso que él mismo había experimentado con el matrimonio del rey Enrique VIII o en relación a la licitud de la Conquista de América. Al igual que esbozará posteriormente Vitoria, para Mair nada queda al margen del teólogo y, por medio de la Teología positiva, podrán darse respuestas mucho más coherentes, en relación a la dificultad y complicación de los proble- mas. Se trata de armonizar materia y método, de tal suerte que pueda estar pre- sente lo esencial, dejando al margen todo añadido de escuela y que no conduzca verdaderamente al crecimiento y clarificación del problema. Esta orientación positiva se manifiesta de manera progresiva, primero en relación al aspecto jurídico y moral de las enseñanzas y, al mismo tiempo, en la marcada dirección hacia las ciencias históricas y experimentales. Así Vitoria tenía ya un terreno abonado en Mair, que le marca sutilmente el camino, aunque será luego éste el que desarrolle un verdadero y moderno «Derecho de gentes», donde las cuestiones jurídicas y morales son planteadas con gran precisión y equilibrio. No se puede olvidar tampoco que ambos autores mostraban su dis- conformidad hacia aquellos autores que desde el derecho, ya fueran civilistas o canonistas, no intentaran emparentar la ciencia, por medio de la Teología y la ética, en los principios eternos. Se tratará, por tanto, de hacer frente a los nuevos dilemas morales, donde los autores no tendrán exclusivamente que desarrollar un discurso teológico- sistemático, sino que habrán de presentar su opinión sobre diversas doctrinas político-eclesiásticas, llegando a sostener que ni el Emperador, ni tan siquiera el Papa eran señores temporales de todo el Orbe. En este sentido, se abrirá una reflexión en clave ético-social que, a lo largo del siglo XVI tendrá al menos tres puntos esenciales, identificados fundamen- talmente en preocupaciones por la concreción de la dignidad humana y, por lo mismo, en estrecha relación con el Bien común. La singularidad del pen- samiento hispánico, a lo largo de los siglos XVI y XVII está precisamente en esa atención al hombre y a sus problemas, leídos e interpretados a partir de una
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