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46 MIGUELANXO PENA GONZÁLEZ en Europa. Era, en definitiva, una única dirección, para la cual se utilizarían las herramientas más oportunas, entre las que sobresaldrán enseguida los Colegios. Sin descuidar la concepción clásica, que entendía el pensamiento en lugares especialmente vinculados, la Compañía desarrollará una amplia red en la que será posible recibir una selecta formación y un acceso a las ciencias sagradas, precisamente en los mismos núcleos de poder, pero a diferencia de lo que venía ocurriendo hasta el presente momento, se tratará de una estructura paralela, no institucionalizada, y para nada fiscalizada fuera de la propia institución como sucedía con las Universidades. Ahí precisamente se encontraba su agilidad y efi- cacia, en estar controlados directa y exclusivamente por las estructura jerárquica de la propia Orden. Casi se podría afirmar que las Facultades de Artes fueron sustituidas por los Colegios jesuíticos. La realidad de los preceptores decadentes y limitados, da paso a un personal cualificado, atento y con absoluta dedicación a sus obligaciones. La Compañía estaba llamada a proveer a la catolicidad, de lo que más necesitaba en aquel momento: profesores bien cualificados, como soldados capaces de distribuirse en los lugares de pensamiento más importantes, para poder convertirse en alternativa y freno a la Reforma. Los jesuitas ofrecían un mundo de posibilidades que Salamanca y el mismo reino de Castilla, no estaba ya en condiciones de poder ofrecer: la recuperación de la movilidad que habían caracterizado a Soto y Cano en su formación y magisterio. Los dominicos pare- cía que se habían atrincherado en el mantenimiento y defensa de un espacio universitario, dentro de las fronteras de los reinos peninsulares y, como mucho, en su proyección hacia las Indias. Con gran acierto, los jesuitas partían de la base, sustentando una buena cualificación humanística como espacio necesario para una buena reflexión teológica, donde dicha formación estaba sustentada sobre tres elementos fun- damentales: La importancia de los estudios clásicos; en segundo lugar una escrupulosa instrucción escolástica, basada en una clara y precisa metodología y, por último, la centralización de todos los métodos en el educando. Estos tres elementos capacitaban a aquellos que eran más sagaces de las herramientas adecuadas para poder hacer su propia y personal elaboración. Para cumplir este fin, los Colegios de Gramática, estaban en continuidad con otros de Artes y Teología, que se desarrollaban totalmente al margen de la estructura académica universitaria. Creaban una red paralela, institucional, autónoma, que no parece que pretendiera competir con la Universidad tradicional, pero que chocaba con la misma desde el primer momento de su desarrollo. La Compañía, de facto, surge como una alternativa dirigida hacia los intereses del Orbe Católico, frente al corporativismo colegial, dirigido fundamentalmente a la configuración de los cuadros burocráticos de poder de la Monarquía Hispánica. La consecuencia más visible será que Derecho y Teología, progresivamente, comenzarán a tener cami-
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