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44 MIGUELANXO PENA GONZÁLEZ ocurre, por ejemplo, en relación con el tema de la encarnación, considerando como solución más acertada la propuesta por el escotismo 54 . Podemos entender que, si Melchor Cano prefigura cuál va a ser el lugar ocupado por los dominicos en las décadas siguientes, tanto en razón de su actitud personal como, especialmente, en referencia a la Escolástica tomista, de igual manera ocurre con fray Luis. Su imagen, a partir de este momento, es evocación de su propio estilo; podríamos entender que se distancia de lo teológico como entorno fundamental de inspiración, para abrirse hacia el mundo literario en romance, a partir de las posibilidades que permitía la Teología desde sus grandes tratados y desde la misma Escritura. De esta manera, sin pretenderlo, coincidía con un núcleo de autores también vinculados a los contextos castellanos, que aun conociendo el método escolástico y habiendo dedicado largas horas al mismo, preferían una opción en clave espiritual y poética. Por último, es necesario indi- car cómo esa libertad ecléctica en la que se mueve no es algo improvisado y exclusivo suyo, sino que tiene una línea de continuidad entre los agustinos, y las vinculaciones de éstos con miembros de otras Órdenes, entre los que se conta- rían fundamentalmente los benedictinos de San Vicente, el grupo de carmelitas descalzos de una línea más humanista y las carmelitas descalzas de Salamanca. Llegados a este punto, y concluyendo este estudio introductorio, parece necesario detenerse en caracterizar la evolución y las líneas maestras que están presentes en la mayoría de estos autores, así como los acontecimientos que lle- van a que los hechos se sucedan de una manera particular. Hay que recordar que no se puede mantener una postura demasiado tajante a la hora de marcar las fron- teras que determinan la dependencia o no de un estilo común. Los condicionan- tes son muchos e influyen de manera determinante y, si en los casos de Vitoria y Soto, tenemos a unos autores formados en contextos internacionales amplios, en Cano esa realidad viene suplida, aunque en menor medida, por sus viajes y una cuidada formación humanística. Esa visión extensa, fruto de un sentido abierto aun dentro de los límites personales, progresivamente será un elemento menos identificador para este momento de la Escuela, que podemos denominar como segunda generación o cambio generacional. Precisamente, Carlos Baciero habla de Segunda generación , para el espa- cio comprendido entre 1560-1585, considerando que son estos autores los que logran afianzar la doctrina de Vitoria en la Universidad de Salamanca, “como un bloque compacto y unánime, que había de tener profundas repercusiones 54 Cf. E. R ivera de V entosa , “El primado de Cristo en Duns Scoto y Fray Luis de León”, en Reli- gión y Cultura , 22 (1976) pp. 485-502; A. de V illalmonte , “Influencia de Duns Escoto en el pensamiento teológico de Fray Luis de León”, en C. B érubé (ed.), Homo et mundus. Acta Quinti Congressus Scotistici Internationalis Salmanticae, 21-26 septembris 1981 , Romae, Societas Internationalis Scotistica, 1984, pp. 111-136.
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