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40 MIGUELANXO PENA GONZÁLEZ Cuando en los Estatutos de 1561, como resultado de la reforma de Cova- rrubias, se sanciona la uniformidad teológica, que supondrá el estudio a partir de la doctrina de Santo Tomás, se producirá un significativo cambio de paradigma con la época anterior, marcada especialmente por su creatividad. El tomismo se convierte en la doctrina explicada en todas las cátedras y partidos, con una buena acogida de la comunidad universitaria, especialmente por parte de los alumnos que ven cómo sus afanes intelectuales se facilitan y simplifican de manera con- siderable. Tampoco se puede olvidar, que los mismos profesores veían mayores posibilidades en optar por el Aquinate que quedarse en otros maestros que con- sideraban de menor trascendencia, olvidándose así de sus Escuelas propias. Así lo afirmaba el agustino David Gutiérrez, situando el contexto de las Escuelas teológicas en Castilla, en dos momentos de esa influencia: “La autoridad del Angélico ya había excedido los límites de una escuela determinada y se había impuesto a casi todas por obra del mismo Concilio de Tren- to, que, al colocar sobre la mesa de la sala de sesiones la Suma teológica , al lado de la Sagrada Escritura y del Corpus iuris canonici , la había propuesto al mundo cris- tiano como el monumento más fiel y acabado de la especulación humana en torno a las verdades divinas. Además, como consecuencia del hecho precedente, la Suma comenzó a ser desde entonces la base de la enseñanza eclesiástica en nuestros cen- tros de formación superior; el manual imprescindible de profesores y discípulos; el sustituto definitivo y ventajoso de los cuatro libros de Pedro Lombardo” 46 . Para este momento, se podría decir que, tanto los maestros que comparten magisterio con Vitoria, como sus discípulos, “todos toman como base a Vitoria y trabajan sobre sus lecciones, salvo raras excepciones, no se limitaron a repetir servilmente al maestro, sino que todos, en mayor o menor grado, contribuyeron de alguna manera al progreso de la doctrina” 47 . El tomismo suponía la incues- tionable hegemonía institucional y doctrinal de los dominicos, pero también les ponía en la delicada tesitura, desconocida en épocas anteriores, de la confronta- ción con las demás instituciones por la interpretación del Doctor Angélico. En este juego de intereses, la herramienta más fuerte se convertía en un arma de doble filo, que obligaba a una lucha mayor desde la misma doctrina. Si formal- mente, hasta el presente en el entorno académico, los distintos partidos religio- sos tenían su espacio propio, ahora tendrían que encontrarlo en la confrontación e interpretación de las lecturas de la Summa y esto será lo que ocurra de aquí en adelante. 46 D. G utiérrez , “Del origen y carácter de la escuela teológica hispano-agustiniana de los siglos XVI y XVII”, en La Ciudad de Dios , 158 (1946) pp. 244. 47 I d ., “Proyección europea de la Escuela de Salamanca”, en Actas del I Simposio sobre “La ética en la conquista de América (1492-1573) (Salamanca, 2-5 de noviembre de 1983) , Salamanca, Excmo. Ayun- tamiento y Diputación de Salamanca, 1984, p. 339.
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