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26 MIGUELANXO PENA GONZÁLEZ nos encontramos con la contribución singular que supondrá la aportación de Melchor Cano. Si Soto es el propagador del pensamiento de Vitoria, Cano es el reformulador del discurso que tiene la lucidez e intuición de centrarse en publi- car un tratado de metodología teológica, con el que codificar las preocupaciones epistemológicas generacionales. Su aportación, al igual que la del maestro Vitoria, estará estrechamente vinculada al humanismo, que permea en toda su producción literaria. Asume las aportaciones sin cortapisas, dando plena cabida en su obra a la filosofía como lugar teológico, al mismo tiempo que expresa su disposición personal ante la lógica y la naciente técnica. Basándose en las reflexiones de Vitoria 19 , hace una fecunda formulación de las fuentes de la argumentación teológica, unificando y condensando las principales formas que iban a servir de base a la dialéctica teológica. Como han puesto de manifiesto infinidad de autores, su fuente de inspiración no estaba en Aristóteles, ni siquiera en Santo Tomás de Aquino, sino en la dialéctica de Agrícola y los demás humanistas 20 . Muñoz Delgado señala que, “para Cano, como para la dialéctica humanista, la Teología tiene dos tareas: la inventio , el encontrar sus principios, sus fuentes, los loci ; como esos principios no tienen todos el mismo peso, hay que valorarlos y saber utilizarlos en la parte llamada judicativa ( iudicium )” 21 ; de esta manera, ambas realidades componen la acción propia y característica del teólogo. La Teología es ciencia y, por lo mismo, establece unos principios, obteniendo pos- teriormente unas conclusiones. Pero como toda ciencia, exige un discernimiento cierto e inmutable, que él relacionará con el conocimiento divino. De esta mane- ra, demostrará que la infalible autoridad divina suple aquello que el hombre no es capaz de ver con sus propios ojos. Por otra parte, la dialéctica humanista, donde se entrecruzan retórica, oratoria y lógica, era un estilo muy apropiado para la misión del teólogo, precisamente en un momento en que éste era referencia obligada en la sociedad, y más desde una actitud de Reforma, al tiempo que marcaba también las distancias respecto a los reformadores. La Escritura era una instancia irrenunciable de alegación que hacía posible la utilización de la auctoritas sacrae Scripturae como punto de vista de la argu- mentación, eludiendo todo riesgo exclusivista. La Theologia podía considerarse como ciencia caracterizada de principios asegurados en la fe o evidentes por la 19  A este respecto, Ramón Hernández ha recogido los textos de Vitoria y Soto sobre los «Loci». Cf. R. H ernández M artín , “Le figure di Francisco de Vitoria e Domingo de Soto e il loro metodo teologico”, en I. B iffi – C. M arabelli (eds.), La teologia dal XV al XVII secolo. Metodi e prospettive. Atti del XIII Colloquio Internazionale di Teologia di Lugano. Lugano, 28-29 Maggio 1999 , Milano, Jaca Book, 2000, pp. 109-111. 20  Acerca de esta cuestión véase la obra clásica, que sigue siendo uno de los mejores estudios del tema, cf. A. L ang , Die loci theologici des Melchior Cano und die Methode des dogmatischen Beweises , München, Josef Kösel & Fr. Pustet, 1925. 21  V. M uñoz D elgado , “Lógica, ciencia y humanismo en la renovación teológica de Vitoria y Cano”, en Revista Española de Teología, 38 (1978) p. 256.

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