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178 MIGUEL ANXO PENA GONZALEZ sino simplemente señalar aquellos que pueden ser más esenciales y evocadores en el tiempo, también por convertirse en focos de una fuente de espiritualidad, donde la cruz es elemento fundamental de identificación. En este sentido, pode rnos señalar a dos santos. Por una parte, una clarisa capuchina, santa Verónica Giuliani, de la que puede ser suficiente con afirmar que se trata de una vida corno vocación para la cruz que, además, estará cargada de fenómenos extraordinarios, como puede ser el de las mismas llagas de la Pasión del Señor. Es significativo e interesante señalar este detalle, por tratarse de una mujer, algo a veces no tenido suficientemente en cuenta en la experiencia espiritual cristiana. El otro personaje está mucho más próximo en e tiempo, y tiene como horizonte el mismo campo simbólico; nos estamos refiriendo a san Pío de Pie trelcina, hombre entregado al seguimiento del Señor, que durante cincuenta años vivió con las llagas de la pasión en su propio cuerpo, y cuya vida estuvo tam bién cargada de acontecimientos extraordinarios, que le llevaron a innumerables incomprensiones y sufrimientos, pero que mostró con su vida la posibilidad de esa fidelidad al Señor, asumiendo la propia cruz, por lo que se ha convertido en referente para infinidad de personas de todo el mundo. En este sentido, tampoco se puede olvidar un elemento que en su vida aparece de manera elocuente, y que ha estado presente en todas las Cofradías y Hermandades penitenciales que han tenido como referente la cruz: el compromiso social, especialmente dirigido hacia todos aquellos que se encuentran en una situación de pobreza o sufrimien to; lo que a lo largo de la historia se ha expresado en prácticas concretas, con la intención de responder a la realidad concreta de su presente. Estos ejemplos vivos, así corno otros detalles propios de todo el francisca nismo, como puede ser la celebración litúrgica de la impresión de las llagas de san Francisco de Asís, dan cuenta de la importancia que tiene y, además, cómo se va materializando en la historia creyente de un grupo religioso tan significativo en la Iglesia como es el franciscano. En este sentido, esa experiencia no es algo simplemente vinculado a aquellos que gozaban de una especial formación inte lectual, sino incluso de la de aquellos hermanos cuya vida había estado distante de la santidad, como puede ser el caso de san Bernardo de Corleone, que había sido un espadachín pendenciero en Sicilia y su vida cambiará radicalmente por el contacto con los capuchinos. Momento a partir del cual la cruz se convertirá en máxima de su vida. Sus palabras, por la sencillez, resultan también muy cla rificadoras de esta experiencia íntima: Las llagas de Cristo, nuestro Salvador, es lo único que debemos estudiar. El mismo pueblo, en nuestro entorno peninsular, tendrá manifestaciones y expresiones populares muy vinculadas a esa vivencia de la cruz desde el caris ma franciscano capuchino. Una de ellas es la representada por el gran pintor Bartolomé Esteban Murillo, cuando pinta a aquel Cristo, cuya crtiz está apoyada
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