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LOS CARISMAS DE LA CRUZ: LA VISIÓN FRANCISCANO-CAPUCI-IINA 175 Por otra parte, en toda la vida de Francisco la devoción a la cruz ocupará un lugar de especial significatividad, que se expresa de múltiples maneras. Un ejemplo claro de ello es la elección de la letra griega Tau, como su firma perso nal, por ser un recuerdo devocional de la cruz del Señor. A ello había contribuido también el Papa Inocencio III en el IV Concilio de Letrán (1215), al que asistirá el santo, y en el que el Papa utilizará como símbolo de la renovación de la Iglesia dicha letra, en recuerdo del texto de Ez 9, 4-6, donde se habla de un signo para los elegidos. Pero, para Francisco, la Tau como recuerdo del Señor no suponía exclusivamente un signo de la necesaria renovación espiritual de la Iglesia, en la que él colaborará de manera significativa, sino que, al mismo tiempo, había una consideración real y fraterna de ser instrumento de salud corporal, que los cronistas han expresado en una serie de milagros donde la cruz del Señor aparece como el medio por el que se logra el milagro. El “Poverello”, indudablemente, era hijo de su tiempo, y la identificación con el Cristo era algo propio y característico del primer milenio cristiano, que se manifiesta especialmente en su caso en la imitación-seguimiento radical del crucificado. Significativas, a este respecto, fueron sus palabras en el Testanien to, que se han convertido en jaculatoria de muchas devociones de los fieles, especialmente en el Oficio del Via Crucis, de manera particular en Cofradías y Hermandades penitenciales a lo largo de los ocho siglos de historia del francis canismo: Te adoramos, Señor Jesucristo, también en todas tus iglesias que hay en el mundo entero y te bendecimos, porque por tu santa cruz redimiste al mundo (Test 5). Con todo, quizás lo más significativo es que esa manera de abordar una rea lidad como la de la cruz, la afronta con toda su vida, de tal manera que aquellos que le siguen asumirán una práctica análoga, en la que no puede existir ningún tipo de dicotomía. Es el caso de Clara de Asís, que ha de ser considerada como la mujer discípula de Francisco, también en la vivencia de la Cruz. No olvidemos, por otra parte, que la misma vida espiritual de Clara discurrirá durante toda su vida delante del Cristo que había hablado a Francisco y al que ambos tenían un especial y singular afecto. Dicho Cristo, en su expresión bizantina, a la pasión del Señor, vinculaba toda una teología de redención que dejó clara huella en ambos santos. Desde nuestra visión actual, sorprende la consideración de que su experien cia de la cruz es algo gozoso, que no tiene nada que ver con otro tipo de mani festaciones que se han dado a lo largo de la historia. Así, para Francisco la cruz se convierte en una auténtica y verdadera fuente de gozo y alegría. En ella iden tifica, a un mismo tiempo, el dolor más grande y todo el amor posible. De esta manera, la intuición sanfranciscana, sin construir grandes teologías, es caoaz de
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