BCCAP000000000000069ELEC

la que marcará el valor fundante y central de la fe que mueve al pueblo a expre- sar aquello que siente y vive como parte de su manifestación de lo sagrado. A este respecto, el profesor Ramos Guerreira sostenía: “Afirmar que el fenómeno de la religiosidad popular es en sí mismo positivo es decir que el Espíritu del Resucitado sigue haciendo posible en la historia la encarnación y la catolicidad: sigue plasmando la trascendencia de su mensaje y de su misión en distintas dimensiones culturales de los pueblos a la vez que las trasforma creativamente, y sigue poniendo en relación culturas y pueblos desde la unicidad de su misión y desde la capacidad intrínseca que ella tiene para crear comunión humana por ser vehículo de la comunión divina. Recuperar esta acción del Espíritu en el inte- rior de la vida de la comunidad cristiana es situar en su fuente el fenómeno de la religiosidad popular” 11 . Esto nos lleva además a ser conscientes de que infinidad de elementos pre- sentes en la religiosidad popular son una posibilidad de conocimiento y relación con Aquel que los ha hecho posibles. Muchos de los acontecimientos en los que se concreta la acción pastoral de la Iglesia, son consecuencia de una religiosidad popular que ha quedado totalmente asumida por la Iglesia, de tal manera que ya no pueden ser separados de la misma fe de la que forman parte y de la que son claros exponentes. Estos elementos que han sido asumidos y englobados en la acción pastoral de la Iglesia, al mismo tiempo son los que nos permiten afirmar que se trata de un diálogo personal con el Dios de Jesucristo; rostro personal en el que se hace posible el encuentro. Quizás aquí es donde la cuestión resulte más complicada, ya que se trata de un encuentro personal, entendiendo que cada uno de aquellos que participa de una manifestación religiosa popular ha de tener una experiencia personal de encuentro con la paternidad de Dios, que ha de ser vivi- da en la historia y manifestada en Jesucristo, como medio oportuno para acer- carse a Dios. Sin esa consecuencia personal, que afecta especialmente al indivi- duo sin ver a Jesucristo pobre y crucificado 12 , en palabras del santo de Asís, que está refiriendo a una relación personal concreta, profunda, auténtica, desde la cual la vida del individuo se ve abocado necesariamente a un fuerte cambio en su vida personal. 2.1. L A ENCARNACIÓN EN J ESUCRISTO La encarnación de Jesucristo es, en sí misma, inculturación. Es la prueba de que la revelación de Dios se hace por medio de los esquemas socioculturales de una época y sociedad concreta, de tal suerte que la cultura se convierte en un MIGUEL ANXO PENA GONZÁLEZ 61 11 J. A. Ramos Guerreira, “La religiosidad popular y la acción pastoral de la Iglesia”, en o.c. , p. 159. 12 Tomás de Celano, “Vida Segunda”, en S. Francisco de Asís, Escritos, Biografias y Documentos de la época , n. 105.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz