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rando que puede resultar muy fuerte y crítica con muchas de las tan cacareadas tradiciones de nuestro entorno, exige la atenta reflexión de los teólogos pastora- listas, analizando y evaluando la aportación cultural que pueden hacer desde la fe. Supone, además, una lectura más amplia, desde la teología práctica, conju- gando la praxis de la fe en toda su amplitud y necesaria coherencia. 5. EVANGELIZAR: TAREA DE LA IGLESIA De esta manera, llegamos al último punto, que es el anuncio del mensaje, de la Buena Noticia, como lugar de llegada de una auténtica religiosidad popu- lar, ya que todo lo que la Iglesia hace es servicio a la Buena Nueva del evange- lio. Es ahora cuando se puede ver con más claridad que la cultura tiene un fuer- te componente funcional para la transmisión de la fe y que debe seguir al servicio del mismo. Se muestra así, con más claridad, el universalismo de la fe, superando toda lectura sesgada y abriéndose a la comunidad de los bautizados en toda su amplitud 34 . Por lo cual, también los pastores han de asumir su responsabilidad en la religiosidad popular, puesto que si no son ellos los que orientan y guían, otros ocuparán su lugar, como ya ocurre con demasiada frecuencia, convirtiéndose así, los buhoneros y advenedizos, en la única referencia religiosa que tiene parte de nuestro pueblo, amén de que sus intereses no sean muy transparentes, y disten mucho del ideal evangélico. La alternativa se sitúa en el reconocimiento del puesto específico que la religiosidad popular tiene en la evangelización, donde también todos hemos de superar prejuicios personales o, incluso, institucionales. Los pastores serán los que puedan marcar las pautas para caminar serenamente hacia esquemas más comprometidos con una nueva evangelización, que se acer- ca a aquellos que ya han oído el mensaje, pero se han distanciado de él. Al mismo tiempo que lo hace, de una manera humilde, en la que nadie se siente des- plazado o rechazado por el mismo, sino que se abre así más a la universalidad del evangelio. MIGUEL ANXO PENA GONZÁLEZ 73 mentos ‘tradicionales’ se dejan y otros se importan a discreción, siempre que no sea por ‘imposición oficial’), acentúa el interés y gusto por lo arcaico . Asistimos, en efecto, a una especie de ‘obsesiva conservación y res- tauración de costumbres antiguas’, sin pensar demasiado en su conformidad o disconformidad con el evan- gelio, ni en su acomodación o no a la sensibilidad del momento. Alguien ha hablado de un proceso de ‘musei- zación’ de la fe religiosa. Barbarismo aparte, creo que refleja bien el talante de algunos responsables de las manifestaciones de la religiosidad popular”: P. Jaramillo Rivas, “Dimensión cristiana de la religiosidad popular (Aproximación pastoral)”, en J. A. Ramos Guerreira – M. A. Pena González – F. Rodríguez Pascual (eds.), La religiosidad popular. Riqueza, discernimiento y retos , Salamanca 2004, p. 134. 34 Cf. Id., “El reto de la evangelización: Dificultad y oportunidades”, en AA. VV., El reto de la evangelización: dificultad y oportunidades , Barcelona 2004, pp. 11-18.

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