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Ante esta realidad, se dan diversas posturas: la de aquellos que la aceptan, los que la rechazan y un sinfín de posturas intermedias. Pero la mayor dificul- tad reside en que cuando nos movemos a estos grandes niveles, para aislarse de una cultura que nos quiere igualar a todos, para que no pensemos ni ofrez- camos respuestas a la sociedad, es también necesario distanciarse totalmente de los núcleos de poder e intentar la recuperación de respuestas sencillas, que es la propuesta que la religiosidad popular intentó dar en un determinado momento y que la fidelidad a la tradición intenta reflejar también ahora. Pero este alejarse no puede suponer un distanciamiento de la encarnación de la fe, ya que supondría renunciar a que la cultura tenga una esencia propia desde el acercamiento al misterio. Es la afirmación de elementos propios de la fe más allá de los culturales. Por tanto, la cultura es necesaria para la encarnación de la fe, pero no puede absolutizarlo todo. Es necesario distinguir entre cultura y evangelización, aun- que aparezcan siempre juntas. Será el evangelio el que pueda producir el cam- bio purificando , corrigiendo y elevando los elementos culturales y la misma cul- tura en sí. En este sentido, en el diálogo surgido en las Jornadas de teología de la UPSA, celebradas en Madrid, en septiembre de 2003, Julio hacía una afirma- ción que luego quedaba reflejada en su colaboración y que sitúa claramente cuál era su postura en torno a las lecturas que separan fe de cultura: “No estoy de acuerdo con la opinión, que va generalizándose, de que la reli- giosidad popular es una de las muestras del retorno a lo religioso que caracteriza a nuestra cultura para ponerla entre una de las manifestaciones de la New Age . Las características de la religiosidad popular son completamente distintas. Hoy, sus peligros están mucho más en el reduccionismo a la cultura que en la difuminación de contornos e indeterminación de modelos propios de algunos elementos de los nuevos movimientos culturales” 32 . Teniendo esto presente, se puede ver que no toda religiosidad popular, aun- que así se suele afirmar, sea un retorno a lo sagrado, puesto que se tiene que pro- ducir esa adecuación y, en algunas ocasiones, nos encontramos que más que fenómenos de religiosidad popular nos encontramos con constructos reduccio- nistas, que no están amparados por una tradición y, por lo mismo, no tienen nada auténtico que transmitir, y si lo hacen son manifestaciones estéticas, donde lo religioso queda reducido a la mínima expresión 33 . Esta afirmación, aun conside- 72 LA RELIGIOSIDAD POPULAR EN LOS ESCRITOS DE... lar y modelos de identidad en España y América , Cuenca 2000. No queremos afirmar que estos libros no sean interesantes, sino que hacen un acercamiento muy parcial a la religiosidad popular. 32 Julio A. Ramos Guerreira, “La religiosidad popular y la acción pastoral de la Iglesia”, en o.c. , p. 165, nota 16. 33 En esta línea, Pedro Jaramillo afirma que: “El concepto de tradición ... (aparte de su utilización ‘apresurada’ en cuanto a la cronología –un lustro, v. gr., no hace tradición–, ‘adelgazada’ en cuanto a los con- tenidos –los pequeños detalles son siempre ‘tradiciones humanas’– y ‘veleidosa’ en cuanto a su vigencia: ele-

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