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tes. Algunos, incluso, llegan a considerar que este mundo se aproxima al hele- nismo, que también exaltaba al individuo, y eso lo viven como la recuperación de una cultura amplia y rica, que nunca debería haber cambiado 30 . Lejos de ser así, tenemos que ser conscientes de las dificultades que vienen de camino; sólo se podrá ser auténticamente libre e independiente –condición necesaria para una asunción personal de la fe–, en la medida que se conozca una cultura, pudiendo así aceptar o rechazar lo que la misma nos propone. En este sentido, la religiosidad popular sólo cumplirá su papel específico en la medida que mantenga una coherencia con la tradición eclesial y, al mismo tiempo, si es capaz de transmitir el mensaje entero, sin distorsiones. La asunción de la fe, a la que puede ayudar a crecer la religiosidad popular, tendrá que ser aceptada per- sonalmente; no basta con el simple hecho de que otros decidan por nosotros. Habrá de ser cada individuo el que acepte y promueva la cultura de la fe, desa- rrollando en ella sus mejores posibilidades. Sí es cierto que los elementos más cualificados de una sociedad jugarán un papel decisivo, pero todos habrán de contribuir al logro del encuentro y diálogo, o no tendrá ningún éxito. Nadie puede negar que la cultura helénica es un elemento fundamental a la hora de plasmar la fe en Jesucristo en un momento histórico concreto, y que esto se ha transmitido a través de la Tradición, por lo que no resulta ya posible renun- ciar a la misma; otra cosa muy diferente es volver a ella de manera simplista, puesto que en este trayecto histórico se encuentran más de dos mil años de puri- ficación y contraste histórico, que son los que dan validez al discurso. Al mismo tiempo, es preciso tener presente que entrar en diálogo con una cultura no supo- ne la aceptación de la misma sin más, sino que ha de darse un proceso de ade- cuación y purificación, donde el aspecto más visible de la fe ha de estar presen- te, ya que no todos los elementos culturales son igualmente aptos para traslucir el misterio. Aplicado esto a la religiosidad popular, nos lleva, nuevamente, al tema ya abordado del discernimiento. Lógicamente, las ciencias que considera- mos como auxiliares, intentan cubrir ese espacio pero también tienen el riesgo de situarse en el centro de atención, desplazando lo religioso a las periferias, con lo que al final no habrá fe, aunque tampoco cultura, sino un estudio más o menos bien hecho, pero totalmente sacado de contexto 31 . MIGUEL ANXO PENA GONZÁLEZ 71 30 Utilizando los conceptos en sentido inverso, Julio hablaba de la globalidad de la fe y de la vida eclesial, entendiendo que era el criterio último para el discernimiento religioso. Cf . Ib ., pp. 10-12. 31 Véase, como ejemplo de esta manera de comprender lo religioso popular, las publicaciones de diversas universidades, diputaciones y ayuntamientos españoles, cf. J. Plaza Sánchez, La Semana Santa de Ciudad Real: aportación etnográfica de una religiosidad popular , Ciudad Real 1985; E. Fernández de Paz, Religiosidad popular sevillana a través de los retablos de culto , Sevilla 1987; A. Peñafiel Ramón, Mentali- dad y religiosidad popular murciana en la I mitad s. XVIII , Murcia 1988; P. J. Pradillo y Esteban, Via Crucis, calvarios y sacromontes: arte y religiosidad popular en la contrarreforma: (Guadalajara, un caso excep- cional) , Guadalajara 1996; J. C. Vizuete Mendoza - P. Martínez Burgos García (coords.), Religiosidad popu-

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