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la debida continuidad con el servicio de la fe 20 . Este ámbito de la estética, en muchos momentos y lugares, puede también venir unido a la elaboración artifi- cial de manifestaciones, “que no surge de la misma vida de fe ni de la historia del pueblo mismo, sino que responde a esquemas trazados en otros lugares, en otros tiempos, o a elaboraciones de protagonistas que en ellas muestran su crea- tividad” 21 . Esta práctica no comporta ninguna experiencia y vivencia del pueblo, sino que se desplaza por otros caminos que no son los de la religiosidad popu- lar, aunque venga a zaga de los mismos. El desmedido acento en la acción fren- te a la experiencia de fe, al mismo tiempo, está distorsionando la verdadera ima- gen de Dios que corre constantemente el peligro de ser una manipulación, tanto en el mismo ser, en su palabra y en su acción. No se puede perder de vista que la religiosidad popular está sustentada sobre la teología de la encarnación, lo que lleva a mantener constantemente un discer- nimiento sobre su ser y manifestación, donde el quicio es siempre la comunión, que se irá manifestando progresivamente, en la medida que seamos capaces de que se abra y se relacione, en la medida en que sea acompañado. Así, “la dificul- tad última del fenómeno de la religiosidad popular viene de la capacidad de lo humano para significar lo divino, de lo inmanente para significar lo trascendente, de lo temporal e histórico para significar lo eterno, de lo relativo para significar lo necesario. Fue el escándalo mismo de la encarnación que, vista desde la fe, transforma lo humano y lo hace lugar último de la epifanía de Dios o, vista desde la incredulidad, no es aceptada como economía salvífica y quiere ser utilizada al servicio de otros intereses. El problema acompaña a los discípulos de Jesús, a la primitiva Iglesia y a los hombres de todo tiempo tanto a aquellos que confiesan su fe en el interior de la Iglesia como a los que se sitúan fuera de ella. Las distin- tas opciones engendran después diferentes comportamientos” 22 . 3.2. C AMINAR CON LOS HOMBRES Este caminar al lado, ha de ser especialmente cordial para que, progresiva- mente, se puedan ir asumiendo las dimensiones eclesiales que pueden estar pre- sentes como carencias. Este discernimiento se da en cuatro direcciones 23 : MIGUEL ANXO PENA GONZÁLEZ 67 20 “La desconfianza de la razón puede llevar a una afirmación del sentimiento irracional, la belle- za puede hacerse necesaria sin preguntarse para nada por el ser que la sustenta, lo funcional puede volverse ontológico, lo relativo absoluto... Nos alegran los temas estéticos porque están más cercanos al que conside- ramos origen de la belleza, pero hay que temer la dictadura de la estética por la estética. En el caso de la reli- giosidad popular, esta estética puede entenderse de maneras muy amplias porque todos los temas populares encierran características de belleza”: Ib . 21 Ib . 22 Id., “La religiosidad popular y la acción pastoral de la Iglesia”, en o.c. , p. 168. 23 Julio consideraba que discernir es también acompañar. “El discernimiento –afirmaba– es tam- bién acompañamiento cordial y es ejercicio de la comunidad eclesial”: Ib ., p. 169. Su reflexión tomaba algu-

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