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por el contrario, en una aceptación sin más. Este tema del pecado hoy resulta desconectado de los ámbitos populares, puesto que después de épocas donde todo el acento se ponía precisamente ahí, hemos pasado al extremo opuesto, no llegando nunca a analizar las situaciones generadoras de pecado, tanto a nivel personal como social. Moverse en este tipo de lenguaje parece no estar de moda, o puede ser con- siderado políticamente incorrecto, e incluso aquellos que se dedican a la refle- xión tienen miedo a ser catalogados de una determinada manera. En este senti- do, siguiendo el planteamiento propuesto por nuestro autor, no es cuestión de un tratamiento aparte, pero sí de aquel que afecta a toda la vida de la Iglesia; mos- trando una vez más que la religiosidad popular es totalmente una realidad ecle- sial. Por lo mismo, parece necesario preguntarse ahora acerca del necesario dis- cernimiento en la religiosidad popular. 3. DISCERNIMIENTO Cuando nos acercamos a la religiosidad popular, con un afán limpio de valorar y ayudar a hacer crecer aquello que tenemos delante, no nos puede impe- dir hacer frente a las mismas realidades que lo pueden opacar. Es preciso tener presente la relativización de todas las dimensiones que entran en juego, puesto que precisamente es en la absolutización de las mismas donde reside el peligro. Por lo mismo, es conveniente valorar y medir en su justa medida cada uno de los elementos. Para desentrañar una expresión de religiosidad popular, es necesario tener presente que el primer elemento a tener en cuenta ha de ser el de la armonía en la vida eclesial, que supone una Iglesia que tiene un carácter eminentemente público 16 y, por lo mismo, no puede ser reducida a ningún grupo cerrado al mar- gen de la fe. Pero no se tratará sólo de discernir únicamente respecto a las personas que se mueven en torno a un acontecimiento popular, sino que ha de ser un equili- brio constante con una serie de elementos que la condicionan. Por lo mismo, conviene señalar el necesario equilibrio entre elementos provenientes de la reli- giosidad y lo que es en sí misma la fe, de tal suerte que no se pierda aquello que forma parte intrínseca de la existencia creyente. Este equilibrio fundamental, tantas veces olvidado, provoca posturas enconadas y totalmente fuera de senti- MIGUEL ANXO PENA GONZÁLEZ 65 16 “La privacidad puede ser hoy una de las tentaciones de una Iglesia que, ante la dificultad evan- gelizadora, se repliega a sus cuarteles de invierno y puede ser también el sofisma de una sociedad que quie- re mostrar su respeto hacia la fe en la medida en que esta se desarrolle solamente como conciencia indivi- dual evitando todos los riesgos que lleva consigo una conciencia crítica”: Ib ., p. 162.

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