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ron secretamente al dicho don Julián cien pesos para ayuda del sustento. Siendo así que los padres de la Compañía que pasaban al Perú le tenían al Rey de costa diez mil pesos. Esto es cierto y entiendo que eran catorce mil, según pienso me dijo el tesorero, lo que le habremos gastado al Rey en todo en este viaje. Será la costa de la botica y el traer el hato siete leguas, que fue de Cruces a Panamá» 26 . Incluso llegará a denegar toda ayuda material externa, puesto que está convencido que un misionero ha de entregar su vida tra- bajando por la implantación del Evangelio. Encuentra, por otra parte, ciertos placeres materiales en aquellas lejanas tierras allende los mares: «La comida es tenue y sin sustento, pero suficiente para pasar la vida, y cierto padre mío, que no es posible si no que Dios pone algún particular gusto en ella, porque saben mejor unos frijoles y yucas cocidas con solo sal y agua, que en los conventos lo que se da con su aderezo» 27 . Singular dedicación ocupa en su vida la catequización y evan- gelización de los naturales tunucunas. Dicha actividad ocupa la mayor parte de su tiempo, asumiendo la ardua tarea de conjugar evangelización y lengua, con la elaboración de dos catecismos en la propia lengua de los naturales. Así nos lo describe él: «Yo hice catecismo en preguntas y respuestas en su lengua, ayudado del intérprete, y otro hice magistral. Y es tanto lo que de oírme se alegran que me abrazan y dicen que soy padre tunucu- na, que ésta es su nación y lengua. Poco entiendo de ella, pero con todo alcanzo más que los demás. Lo que más me consuela [es] que leyéndoles el catecismo me entienden y se la pronuncio claro» 28 . La tarea de la elaboración de los catecismos, tan propia de los misioneros desde la entrada en Indias, nos da cuenta de los intere- FR. ANTONIO DE OVIEDO: PREFECTO DE LA MISIÓN DEL DARIÉN 1009 26 Doc. 3 , f. 24r. 27 Doc. 4 , f. 93r. 28 Id ., f. 92v.
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