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me amenazó que si no se la daba se iría en la epiqueya, y que tenía carta del P. Procurador de Corte. Con todo no se atrevió a irse, antes perseveró en esto, en pedirla escribiendo muchas cartas de pesa- dumbre, y era porque temía que le descubriese lo que había hecho de valerse de la Audiencia. Al fin, viendo yo su flaqueza y que ya las causas era más suficientes, estaba para dársela luego que llegase barco en que poder irse. En este ínterin y al punto que vino el barco por una parte, vino por otra la licencia y don Julián con ella, con indios para llevarle no al barco que no sabía de él, sino a Urabá, a donde están los padres andaluces. A él le pesó de la venida de don Julián y de la licencia. Lo que hice fue levantar la mano de lo que le había prometido y decirle mi sentimiento, a que respondió que estaba pronto a dar satisfacción a Panamá, y sacó por medio para que le diese la obediencia, que quemaría la licencia de la Audiencia. Yo no se en qué se funda en no mostrarla, porque ya me constaba de la obediencia. Las causas ya me las había dicho de palabra y por escrito, y así arguye que otras causas ajenas de religiosidad deben ser las que dio, que a no serlo más aseguraba su partido. Con todo, antes de que viniera a este intento, envié una orden con el Hno. Fr. Francisco, que con paz le exhortase a la satisfacción y a dar los papeles, y que pues a mi no se me mandaba notificar por la Audiencia cosa alguna, que si intentaba el irse con ella, que le pusie- se de mi parte un precepto de santa obediencia y de excomunión ipso facto , de que no desamparase el puesto a donde por autoridad apostólica estaba colocado, y que si se rendía le diese la obediencia que juntamente le di llevase [ sic ]. Salió a quemarlos y así va con mi obediencia el otro padre, por medio del P. Lorenzo me ha amenazado se ha de ir a España o a otra misión, y que ha de recurrir a la audiencia. La causa que tuvo fue el mandarles a todos, después de una plática de la pobreza y confianza en Dios, que hiciesen la despropia[ción], de lo cual el P. Lorenzo mostró mucho sentimiento y dijo que no tenía obligación, porque lo que tenía era con licencia del P. General y que yo no se lo podía quitar. Acudieron los otros dos religiosos como buenos y santos a hacerlo, y el P. Lorenzo aunque lo hizo fue muy por mayor, pero al fin con obligación o sin ella la hizo, para que vuestra cari- dad vea cómo los Estatutos Generales sirven de poco, los que en esta materia están hechos. El P. Francisco no la hizo hasta pasados FR. ANTONIO DE OVIEDO: PREFECTO DE LA MISIÓN DEL DARIÉN 1035

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