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siera decir esto, pero es tanta la lástima que quiebra el corazón, porque según veo sus naturales juzgo que si se trabajase se haría provecho, y que no se cumple con el ministerio de convertir almas, pues como vuestra caridad sabe, no fueron los hombres a buscar a Dios que Su Majestad vino a buscarnos. Ni los pecadores buscaban ni a Cristo ni a los apóstoles, ellos iban a sus casas sin perdonar a trabajo, y aquí se quiere que éstos bárbaros busquen al padre. No tienen ídolos ni adoración, antes son una gente que como dije es necesario enseñarlos a ser hombres. Hoy día de San Buenaventura dijimos la primera misa en la iglesia que se está haciendo, que es de palos y ramas, según el uso de la tierra, que aquí no hay otros edificios, que hasta ahora estamos acomodados en un bujío y allí decimos misa. El día de Santiago, si Dios fuere servido, se dirá misa en otra iglesia y pueblo que se hace dos leguas de aquí, en el río Tarena más cerca del mar, casi a medio camino de lo que hay de aquí al mar, a donde estará otro religioso. Éste es el estado de nuestro viaje, hasta ahora vase catequi- zando la gente el rato que el tiempo da lugar, de hoy en adelante, por haber llegado este día una de dos lenguas que nos dio la Audiencia, se hará más con orden y los indios asistirán más aquí. Los demás religiosos tendrán harto que hacer, que aunque la gente de esta parte adonde estamos no es mucha, es menester mucho tra- bajo de más que otras provincias. De la misión tienen población, y están totalmente desasistidas de predicadores y sacerdotes, y así habrá mucho que hacer, si bien aquí no hay cosa cerca, que todo es lejos y sin caminos y los que hay son asperísimos. Con todo, con- fío en el Señor que ha de haber grande fruto y los indios que (f. 25r) están en las poblaciones de los dominicos, muchos se vienen aquí por la fama que tienen de nuestro desinterés. En medio de tantos trabajos comunes, padre mío, no faltan los particulares y tales que me obligan a enviar al Hno. Fr. Francisco de Pamplona a Roma, por el remedio, porque hasta ahora hay doctri- na entre algunos de los compañeros que se pueden ir y volver cuando quisieren diciendo que los prelados no los pueden obligar a que estén y que yo no les puedo mandar por obediencia, que no soy prelado si no compañero, que son legados del Sumo Pontífice y que pueden usar de los privilegios que quisieren sin orden mío. Heles dicho que hagan la despropia[ción], porque dicen que para FR. ANTONIO DE OVIEDO: PREFECTO DE LA MISIÓN DEL DARIÉN 1025
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