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la causa (no se si es verdadera), y como los matadores eran ya muertos y con mala muerte, y uno que vive está lleno de llagas y baldado, todo esto dijeron a este que vive. Vio el P. Fr. Francisco de Vallecas y le confesó lo mismo: entre las caricias que les hacen, la una fue que habiendo picado a un padre una víbora en el talón del pie, fueron los indios más de legua y media por la contra hierba y veneno, y en poco más de una hora ya tenían dada la bebida y medicina, matando con gran diligencia al animal, y como no se des- hinchó tan presto, lloraban amargamente las indias, diciendo morir padre, quedando sin padre, y le miraban la hinchazón, tocándole lo hinchado que fue hasta el medio muslo, y viendo que llegaba allí decían que si llegara a hueso, que era a la ingle morir padre y sino no. En otra ocasión, una india piadosa que les daba de comer se fue a la fiesta de la chicha, que es una borrachera, y dejó encarga- do a dos nueras suyas que les diesen de comer, descuidáronse aun- que no faltó otro que les socorriese. Viniendo la india a la noche, y encontrando los padres, les preguntó [si] habían comido, y dicien- do ellos que su Dios les había proveído, entendió que las nueras no habían hecho lo que les había mandado, y llegando a su casa comenzó a llorar amargamente y a reñir con las nueras diciendo: «padres morir de hambre», y luego [se] puso manos a guisar la comi- da, que toda es muy mísera. Tienen éstos una costumbre, que es que cuando las mujeres llegan ya a ser para casarse, las encierran en una jaula hecha de cañas y muy oscura, (f. 20v) de suerte que sólo tienen una venta- nilla, y allí las tienen un año encerradas hasta casarlas. No son gente deshonesta, aunque andan desnudos. A Damaquiel pienso irá el P. Francisco de Vallecas, digo todo esto a vuestra caridad para que vea cuán buenas esperanzas pode- mos tener, pues están tan vecinos al Darién. Esta misión dio el señor Obispo y el Gobernador a estos padres, los cuales fueron muy bien recibidos de estos señores que llegaron a Cartagena [por] la causa de venirse nueve de ellos de Guinea. Fue la persecución que les hicieron los portugueses que habitan en las costas de Áfri- ca, el primero fue un capitán, y los otros los canónigos de Cabo Verde, que están de sede vacante, los cuales fulminaron condenas contra los católicos que tratasen con los religiosos, alegando que FR. ANTONIO DE OVIEDO: PREFECTO DE LA MISIÓN DEL DARIÉN 1017
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