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EL IMPRESCINDIBLE PAN DE LA CULTURA CATÓLICA 873 deerit nihil”, que traducido al romance castellano viene a decir que si consideras a la biblioteca como tu Jardín, nada echarás en falta. En cambio, el severo y profundo Tomás de Kempis, parece que no precisaba de toda una biblioteca para saborear los efectos bené- ficos de la lectura. Le bastaba, al parecer, con un buen libro. Por eso anotó lo siguiente: “He buscado en todas partes el sosiego y no lo he encontrado, sino apartado en un rincón, con un libro entre las manos”. Nuestro Andrés Fernández de Andrade en su “Epístola moral a Fabio”, escrita en 1610, empezaba advirtiéndole: “Fabio, las esperanzas cortesanas prisiones son do el ambicioso muere y donde al más altivo nacen canas”. Y cerraba su recomendación, más adelante con estos dos terce- tos: “¡Mísero aquel que corre y se dilata por cuantos son los climas y los mares, perseguidor del oro y de la plata! Un ángulo me basta entre mis lares. Un libro y un amigo, un sueño breve, que no perturben deudas ni pesares”. ¡Qué fina complicidad hay en este texto entre el hogar, el libro, la amistad y la tranquilidad de la conciencia! 2. EL ESPLENDOR DE LA TRADICIÓN CULTURAL CATÓLICA Llegados ya a este punto, no estará de más que escuchemos la recomendación de San Juan de la Cruz, tan buen lector como eximio escritor: “Entremos más adentro en la espesura”, que en este caso equi- vale a preguntarnos no ya por la cantidad o calidad de los libros aquí recibidos sino, más bien, por su significación. ¿Qué representa esta biblioteca llegada de Madrid a La Habana? ¿Cuál seria su recta inter- pretación? Los libros, como decían de los votos los romanos, más que contarlos hay que pensarlos o ponderarlos. Quizá, aquí, habría que añadir también que los libros, sobre todo, hay que leerlos. Aunque
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