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862 LUIS FERNANDO FERNÁNDEZ sentido de la vida, sobre todo cuando los esquemas al uso han per- dido su vigor. Sin embargo, para inventar un nuevo sentido para la vida hay que estar animado por una altísima vocación: la de profeta, fundador de una religión o reformador moral, pues, el hombre pro- medio hace cosas más modestas como buscar un nicho a la medida de su vocación para acomodarse en él. El hombre común y corriente no propone nuevos sentidos váli- dos para todos, sencillamente busca uno para su propia vida; y suele hacerlo eligiendo una profesión u oficio, uno de los patrones de exis- tencia que encuentra a su disposición, y que se convierte en vocación si lo elige libre y personalmente. En este caso, no se trata de una invención, sino de una reinvención, de una asunción de ese patrón de acuerdo a su peculiar modo de ser. Ejemplo de ello son el escritor Juan Ramón Jiménez y el médico galardonado con el Nóbel Severo Ochoa, que no inventaron profesiones inéditas, pero se desempeña- ron espléndidamente en sus profesiones. Esta «reinvención» de una profesión nos conduce al problema de la articulación entre el proyecto fundamental y los proyectos par- ciales a través de los cuales se va forjando la vocación. José Luis L. Aranguren dice que la vocación se hace con el azar , el carácter y el destino . Con el azar porque el que ha llegado a ser un profesional destacado en alguna área pudo haberlo sido en alguna otra, pues, la inteligencia humana es inespecífica, no está determinada unívoca- mente; con el carácter (aunque mejor sería decir «talante», dado que aquí nuestro autor se refiere al modo psicobiológico de ser) porque hay que contar con las aptitudes correspondientes que exige una vocación. Tenerlas no sólo despierta y corrobora la vocación sino que, psicológicamente la conciencia de la aptitud inspira confianza y da seguridad en sí mismo; y con el destino, o sea, el proceso histórico de los acontecimientos, porque la vida es un tejido, un entrelaza- miento de situaciones personales y sociales. La vocación se forja con todos estos ingredientes, pero no se reduce a ellos, puesto que la vocación o «conciencia del sentido uni- tario de la propia vida» 29 es, sobre todo, como ya lo hemos dicho, una actitud de escucha : hay que escuchar la propia naturaleza, esto 29 Ib ., 163.
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