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TITO LUCRECIO CARO, EL PRIMER POETA FILÓSOFO LATINO 73 Con razón se le ha llamado el más genial de todos los poetas latinos. En este sentido cosmogónico y filosófico, cuanto Lucrecio piensa y transmite es algo diferente a lo que el romano culto llamaba superstitio o religio y que en el fondo era la fe de la masa del pue- blo. En realidad la fe del pueblo romano –y la oficial de sus pensa- dores y del Estado– nunca logró salir o despegar de una concepción ingenua y aun infantil de lo divino, a diferencia de la especulación filosófica griega de Jenófanes y Platón, entre otros. Diez años des- pués de la muerte de Lucrecio, en agosto del 45, empezaba Cicerón su última obra De natura deorum , para terminarla en pocos meses, intentando refutar la doctrina de Epicuro y de los Estoicos. Quizá pudo sugerirle esta empresa el éxito del escrito lucreciano y el eco literario de su título. Pero todos los argumentos de Cicerón sobre la afirmación de los dioses y de su naturaleza, y la repercusión en la religión romana, basada en el mos maiorum, no superaban una racionalidad más allá de la práctica recibida. Por otra parte, Cicerón hace sus refutaciones con su conocida técnica de la utilización retó- rica como si actuara de abogado de una defensa y al mismo tiempo acusando, cual si estuviese ante un tribunal de instancia suprema. La Filosofía tiene valor para él en cuanto instrumento útil, no como específica e individual tarea, por más que fuese su gran abogado e introductor en Roma y conocedor insigne del pensamiento griego. Tampoco podía estar conforme con el ideal de vida epicúrea, des- interesada de la actividad y compromiso político. Algo radicalmente absurdo para el político Cicerón. Lucrecio, en cambio, escribió y quiso otra cosa desde la fuerza inmanente del pensar autónomo. Del autorizado historiador de Roma, Ernst Kornemann, mereció Lucrecio el siguiente juicio: “Este genial poeta, que pertenece a los más grandes de su gremio en la tierra, ha luchado, como ningún otro, con su áspera materia, y ha llenado de nuevo el mundo des- divinizado con una luz y con una felicidad humana cercana a la divina. Jamás, antes de este poeta, y jamás después de él, se han descrito poéticamente y con tal perfección doctrinas científicas, como aquí. Lucrecio es intemporal, como todos los Grandes, y per- tenece a la Literatura Universal, como Dante, Milton y Goethe” 9 . Por poeta y por filósofo. A LFONSO O RTEGA C ARMONA Universidad de Freiburg in Br. 9 E. KORNEMANN, Römische Geschichte, tomo I, 3 ed. Alfred Kröner Verlag (Stuttgart 1954) 536.

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